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Opinión

Crónicas del Antiguo Testamento: Jehová, un dios exterminador (I)

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Jehová: El dios exterminador (I)

“To” lo tiene completo

el dios judio:

genocida, celoso

y “arrepentio”

El dios del Antiguo Testamento, Jehová, es un dios vengador, celoso, colérico, irascible, que se arrepiente frecuentemente de sus acciones, criminal y sobre todo exterminador. Como podría bien decir Fiedrich Nietzche: humano, demasiado humano.

En el Génesis se relata el episodio del diluvio universal. Dice el primer libro del Pentateuco que, después de haber creado al hombre, Jehová se arrepintió de haberlo hecho y tomó la decisión de liquidarlos, exterminarlos.

La verdad es que resulta increíble que a un dios al que se le dan los atributos de misericordioso, santo, eterno, omnisciente (que todo lo sabe), omnipotente (que todo lo puede), ubicuo (que está en todas partes a la vez, menos en el balcón de mi abuela porque la casa de mi abuela no tiene balcón) y no sé cuántos atributos más, añadan ustedes a su gusto, haya hecho semejantes chapuzas.

Alguien que lo puede hacer todo y bien, no tiene sentido que lo haga mal, se arrepienta luego y pase a exterminar a toda la humanidad. Por cierto, que, ¿qué pecados habían cometido los animales y las plantas para exterminarlos igualmente? Los únicos que se salvaron del diluvio universal fueron los peces.

Jehová, además de todos los atributos antedichos era un poco caprichoso. Porque no se me alcanza que pecado pudieran haber cometido las aves o los reptiles que no pudieran cometer los peces. Los que escribieron la biblia no se dieron cuenta de la contradicción que supone decir que Jehová exterminó a todo bicho viviente (excepto a un par de elementos de cada especie) y utilizar el agua como agente exterminador. Los peces se rieron de Jehová a agalla batiente. ¡Échame agüita a mí!, le dijeron los boquerones malagueños, las sardinas frescas bilbaínas y los atunes gaditanos, entre otros.

Para acabar con todo bicho viviente tenía que haber mandado una sequía permanente, pero entonces no hubiera quedado nadie, como era su primigenia intención, hasta que “el pelota” de Noé le fue a llorar diciendo que él sí que era bueno. Por lo visto sólo quedó una familia buena en la tierra a los ojos de Jehová: la de Noé. Él, su mujer, sus tres hijos Sem, Cam y Jafet y sus tres parientas.

Jehová se arrepintió entonces de haberse arrepentido de crear la especie humana. Pero posteriormente se arrepintió de no haberla exterminado y así sucesivamente. Con su pueblo favorito le pasó igual, arrepentimiento, exterminio, arrepentimiento, extermino otra vez y así sucesivamente. Como dios Jehová tiene el atributo de perdonarse a sí mismo, pues cuestión resuelta. Y no pienses más que la cosa es como te la digo yo y no le des más vueltas al manubrio que te vas a volver loco, que me decía mi abuela cuando me veía leyendo más de una hora seguida.

Por cierto, que, aunque no esté en el Antiguo Testamento, para consolidar lo dicho en el párrafo anterior acerca de lo funesto e innecesario que es pensar (y las enfermedades de todo tipo que pueden traerle a cualquiera que quiera ser librepensador ejercer ese arriesgado oficio) les voy a contar lo que le pasó a San Agustín de Hipona.

Iba paseando Agustín por la playa de su ciudad norteafricana y al mismo tiempo iba pensando en el misterio de la Santísima Trinidad (tres personas distintas: padre, hijo y espíritu santo y un solo dios verdadero) El padre se supone que era Jehová, el dios de los judíos; el hijo era Jesucristo; y el espíritu santo la paloma)

Como Agustín no tenía todavía constancia de la existencia del aceite TRES EN UNO, no podía hacer referencia a ninguna otra cosa semejante. Se le estaba calentando de tal modo la cabeza a Agustín, aunque los pies los llevaba fresquitos, con los del trino y uno al mismo tiempo que, apiadado la Santísima Trinidad, le mandó un ángel para que lo sacara del apuro. Claro que él no sabía que del cielo le estaban apoyando.

Agustín lo que vio es a un niño con un cubo que llenaba una y otra vez de agua de mar y que echaba en un hoyo que había hecho en la arena de la playa. Aunque era bien evidente lo que el niño-ángel estaba haciendo, por entablar algo de conversación le dijo:

–Niño, ¿qué haces?

El niño le respondió:

-Aquí estoy, voy a meter el agua toda del mar en este hoyo.

-Pero, eso es imposible. El agua del inmenso mar no cabe en ese hoyo.

El niño le replicó:

-Pues si es difícil que quepa todo el mar en este hoyo, más difícil es que tú entiendas el misterio de la Santísima Trinidad. Así que te lo crees y santas pascuas. Eso es tener fe y lo demás es ganas de buscarle los tres pies al gato.

Vuelvo al Antiguo Testamento. Como yo no quiero que nadie tenga fe en mí, ni en mis palabras, estoy obligado a exponer, aunque sea brevemente los pasajes de la biblia de donde saco mis argumentos y conclusiones, no vayan ustedes a pensar que me los saco, como los magos, de la manga.

Pondré, como muestra, un botón: el capítulo 6 del GÉNESIS. En él se dice: “Al ver el Señor que crecía en la tierra la maldad del hombre y que todos sus proyectos tendían siempre al mal, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra”

Y más adelante: “Tengo decidido el fin de todos los seres vivos, porque toda la tierra está llena de maldad a causa de los hombres, voy a exterminarlos a todos de la tierra”

Se dice en derecho que “a confesión de parte, relevo de pruebas” Y la confesión de Jehová es totalmente clara.

Teniendo en cuenta que Jehová era todopoderoso (omnipotente) podría haber creado al hombre bueno en vez de malo. Así que la culpa la tiene exclusivamente él que dice además que nos creó “a su imagen y semejanza” El carácter exterminador de Jehová lo convierte en una entidad malvada. Así que podía haberse exterminado él mismo también.

Y otra cosa: si la maldad del hombre aconsejaba su total exterminio, ¿que culpa tienen los pobres seres vivos restantes? Estamos ante un dios no sólo malvado y exterminador sino también profundamente injusto. Según sus propias palabras. No inventamos nada en absoluto.

Hasta la siguiente.

Voltaire

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