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Opinión

Reflexiones sobre la igualdad y la identidad. Por Braulio Moreno Muñiz

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Imagen de Portada: El Común

Aunque coloquialmente y de forma superficial empleemos igualdad e identidad como sinónimos, lo cierto es que desde el punto de vista político y social, entre estas dos palabras hay una enorme diferencia.

La igualdad, desde el ámbito político hay que contemplarla de forma objetiva, y relativizarla con respecto a un objeto exterior determinado. Sin embargo, la identidad es subjetiva y gira en torno a la percepción que cada uno tenga de si mismo, otra cosa es que sepamos transmitir esa percepción de nosotros mismos a nuestro entorno social.

Cuando los comunistas decimos que todos somos iguales, hacemos esta afirmación con respecto a la necesidad de proveer de los medios materiales necesarios para mejorar las condiciones de vida de los seres humanos. Sin embargo, las críticas que recibimos desde el ámbito de la derecha (Ultraliberales, astro-acratas, extrema derecha…) tergiversan el sentido de la palabra confundiéndola con la identidad. Entonces nos llueven las críticas a nuestra afirmación de que todos hemos de ser iguales, porque al confundir igualdad con identidad, piensan que lo que intentamos es uniformar a las personas de manera tal que intentamos reprimir la esencia de la iniciativa de la subjetividad de cada uno.

La igualdad es la característica esencial que observamos en el trato de los ciudadanos respecto a algo dado. Por ejemplo, todos somos iguales ante la necesidad de alimentarnos, todos somos iguales ante la necesidad de poseer una vivienda, la necesidad de acceder a una sanidad de calidad, todos somos iguales ante la necesidad de vestirnos para protegernos del frío… Sin embargo, la identidad hará que cada uno decida con que alimentarse, donde vivir, y que protocolo seguir para restablecer su salud y de que manera vestirse.

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Según mi punto de vista, tampoco hay que confundir identidad con individualidad, por que el siguiente paso, pensando en una solución a los problemas de la humanidad, potenciados por las tendencias ultraliberales, sería exaltar las actitudes egoístas, egocentristas y narcisistas, lo que convierte a las sociedades en un criadero de pugnas radicales entre las personas, haciendo así que la convivencia sea imposible.

Los ultraliberales y conservadores a ultranza utilizan la siempre maleable idea de libertad para anteponer al individuo y su pretendida felicidad, al concepto de colectivo. Porque parece que no entienden que si el colectivo va bien, todos y cada uno de los individuos que formamos parte de él también iremos bien.

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Hemos pasado de poseer una ética y moral anti egoísta, a pensar que el egoísmo es la vía que nos lleva directamente y sin desvíos a la auténtica felicidad, y todo ello gracias a la influencia del pensamiento conservador desde los tiempos de Max Weber. Así que no es de extrañar, que lo que suponíamos como un enorme defecto, las nuevas generaciones lo vean como una virtud de la que hay que presumir.

Ese egoísmo a ultranza, es enviado como justificación para hacernos pensar que cada uno de nosotros formamos parte del único bando que nos protegerá de las agresiones externas motivadas por la confrontación de los intereses de los demás individuos, convirtiendo así la convivencia en una guerra del yo contra el vosotros, convirtiendo así la solidaridad en un fin inalcanzable, donde los únicos beneficiados  son el Capital y los que han impuesto este sistema, apoyado en el individualismo sustentado por ellos con especial interés, y con el que, hasta ahora, están consiguiendo sus fines, que no son más que la opresión del proletariado sustentada en la eliminación de la conciencia de clase. Esta conciencia de clase es la que hay que recuperar y fortalecer para que la igualdad sea efectiva de cara a nuestro sustento material, y acabar así con las enormes diferencias sociales amparadas en la idea de que cada individuo tiene lo que, según la meritocracia, se ha buscado, sin reconocer que los beneficiados en la sociedad capitalista lo son por que han amoldado su identidad a la de los que parten con una enorme ventaja en la lid social. Como respuesta, los desfavorecidos hemos de aunar nuestras identidades en un colectivo que sea capaz de inclinar la correlación de fuerzas de nuestro lado, y así acabar con nuestra explotación.

Braulio Moreno Muñiz

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