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Opinión

Crónicas del Antiguo Testamento. Judit, la Mata-Hari1 hebrea: el poder de la seducción

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El Señor Omnipotente lo aniquiló

por medio de una mujer.

… … …

Ella lo desarmó con la hermosura de su rostro;

se despojó de sus vestidos de viuda 

para exaltación de los que sufrían en Israel;

ungió su rostro con perfumes, recogió su cabellera en un turbante

y se vistió de lino para seducirlo.

Sus sandalias robaron sus ojos,

su belleza cautivó su alma

y el alfanje cortó su cuello.

(Judith, 16, 5 y 7-9)

La historia que cuenta la Biblia sobre el pueblo de Israel, desde que Jehová permite e impulsa su colonización de Canaán, es una sucesión incesante de guerras de saqueo y exterminio en la que los hebreos son, a veces, agresores y, a veces, agredidos. Y en muchas ocasiones el pueblo elegido por Jehová se ve obligado al destierro, a la diáspora.

El Libro de Judith nos narra una de estas batallas y cómo una joven y bella viuda, Judith, salva al pueblo de Israel haciéndose pasar por una espía que quiere pasar información al general del ejército asirio, Holofernes.

Para ello utiliza sus dotes seductoras y no sólo no es capaz de engañar a Holofernes sino a todo su estado mayor y a su servicio de contraespionaje que, caen rendidos ante su belleza, y no se enteran de nada. El nivel de ingenuidad del ejército asirio y sus mandos era, como lo presentan los judíos, apabullante.

La historia es la siguiente:

Nabucodonosor, rey de Asiria, con capital en Nínive, después de muchos años de guerrear ha conseguido ser el hegemon imperialista de la zona situada sobre los ríos Tigris y Eúfrates. Pero está insatisfecho y quiere más.

Así que, como un Biden o un Osama de aquel tiempo, dicta que los pueblos situados al oeste de su imperio tienen que someterse. Y les envía misivas conminándoles a formar parte de sus ejércitos para agredir a otros pueblos.

Ante la negativa de la mayoría de esos pueblos, Nabucodonosor reúne a la plana mayor de su ejército, con su general en jefe, Holofernes, persona de su entera confianza, para que monte un ejército de casi doscientos mil infantes y doce mil jinetes para someter a los insumisos.

Entre ellos está el pueblo de Israel.

Dicho y hecho. Holofernes prepara la expedición y van arrasando pueblos y pueblos y sometiéndolos a sus caprichos. Aquior, rey de Ammón, le advierte que los israelitas tienen un arma secreta: Jehová. Un dios que hace prodigios portentosos. Holofernes se ríe de él y lo manda a los israelitas diciéndoles que cuando entre en Betulia le ajustará las cuentas.

Betulia es la primera plaza israelita que sitia Holofernes. Después de 34 días de sitio los israelitas se mueren de sed y de hambre. El pueblo se rebela contra el Sumo Sacerdote (Ocías) y los jefes de la ciudad: “Todo el pueblo, jóvenes, mujeres y niños, se amotinó contra Ocías y los jefes de la ciudad gritando ante los ancianos:…hacéis una gran injusticia al no proponer la paz a los asirios. Dios no es ya nuestro defensor: nos ha entregado en sus manos para que muramos de sed en completa ruina” (Judith, 7,23-25)

Ante el motín, Ocías pide paciencia al pueblo y les propone que si, en un plazo de cinco días, Jehová no los socorre, hará lo que el pueblo pide.

Y aquí es donde entra en juego la bella y seductora Judit que enterada del asunto va a ver a Ocías y los ancianos y les dice que Jehová hace lo que quiere y que quiénes son ellos para exigirle un plazo a dios, que qué se habían creído.

Y a continuación les comunica que ella tiene un plan: “Oidme, realizaré una hazaña que se recordará de generación en generación entre los hijos de nuestra raza” (Judith, 8,32)

La bella seductora se encomienda a dios y le pide : “Dadme palabras seductoras para herir y deshacer a los que tienen intenciones tan perversas contra tu Alianza, contra tu santuario, el monte Sión y la casa que tienen tus hijos” (Judith, 9,13)

Pero Judith no confía sólo en la locuacidad que pueda darle Jehová y “se quitó el cilicio y los vestidos de viuda, se bañó y se perfumó, se peinó, se cubrió la cabeza con un turbante y se puso los vestidos de fiesta que se ponía cuando vivía su marido Manasés” (Judith, 10,39)

Por lo que cuenta la Biblia dejó alelados a todos los generales asirios que se creyeron el cuento de que iba de espía, a darles información de lo que pasaba en Betulia.

Tan estúpidos fue el estado mayor del ejército asirio y el generalísimo Holofernes que hasta la invitó a una fiesta en su tienda y mando a un eunuco a invitarla. Judith aceptó encantada. No hace falta especular sobre las intenciones de Holofernes porque lo dice bien claro la Biblia:

“Judith entró y se recostó. El corazón de Holofernes se apasionó ante ella, su ánimo se turbó y sintió un ardiente deseo de poseerla, desde que la había visto esperaba la ocasión para seducirla”

Estaba tan feliz que se emborrachó. Como previamente había hecho salir a todos sus acompañantes se quedaron solos. Judith aprovechó la ocasión para cortarle la cabeza con dos golpes de su propio alfanje. Judith y su criada metieron la cabeza en una talega y salieron del campamento asirio y se fueron a Betulia donde fueron recibidas como verdaderas heroínas.

Judith les conminó a los dirigentes judíos que pusieran la cabeza de Holofernes en la muralla y que atacaran la expedición del ejército asirio en todas partes. Así lo hicieron y destrozaron, en la huida, al ejército que Nabuco había mandado.

Aunque en este caso no queda tan claro como en otros la intervención de Jehová, porque Judith no tiene ninguna conversación directa con él ni con ningún ángel enviado en su nombre, sólo varias oraciones que Judith eleva al Omnipotente, para Judith y los judíos que la acción de la bella viuda estaba inspirada por el Innombrable.

(1) Margaretha Geertruida Zelle (Leeuwarden, Países Bajos; 7 de agosto de 1876-Vincennes, cerca de París, Francia; 15 de octubre de 1917), más conocida como Mata Hari (de matahari, que en idioma malayo significa ‘Sol’, literalmente ‘ojo del día’),​ fue una famosa bailarina, cortesana y espía neerlandesa.

Con las danzas brahmánicas y orientales triunfó en Europa. Durante la Primera Guerra Mundial, realizó labores de espionaje a favor de Alemania, por lo que fue detenida por las fuerzas francesas, declarada culpable de espionaje y traición, condenada a muerte y ejecutada por fusilamiento el 15 de octubre de 1917, en la Fortaleza de Vincennes.

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