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Opinión

Comunismo o comisiones

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Tras la guerra de bandas del PP hay… lo mismo. La corrupción en Madrid es inherente a una estructura de poder oligárquica y de clase: un modelo de gobierno y gestión de lo público que entrelaza sus intereses con la empresa privada…

_TRAS LA GUERRA DE BANDAS DEL PP HAY…(un artículo de Nuria Alabao en CTXT)

 

La corrupción en Madrid es inherente a una estructura de poder oligárquica y de clase: un modelo de gobierno y gestión de lo público que entrelaza sus intereses con la empresa privada.

 

 

La relación del Partido Popular con sus lideresas en Madrid empieza a ser como las guerras entre el cártel de Sinaloa y el de Tijuana: no se detienen hasta que uno de los dos líderes se hunde, y con ello la propia banda. Hay algo en el aire de la capital que excita los enconamientos en política, el fuego amigo con tintes de Juego de Tronos. Qué tiene Madrid que lleva a todo partido a dividirse, a descomponerse en facciones y bandas, a ser incapaces de aparentar un saludable pluralismo interno. En el caso del PP, y aunque es una simple lucha de poder en el barro, sus armas siempre huelen a corrupción. Por algo será. 

 

En esta ocasión, los emisarios de Casado han apuntado a un contrato que Díaz Ayuso pudo conceder a dedo aprovechando un procedimiento de urgencia habilitado por la situación de pandemia. Mascarillas para el Zendal –el famoso hospital de emergencias de pladur– al exagerado precio de seis euros la unidad, en total, más de un millón y medio de euros. Según las informaciones de Eldiario.es, el empresario que recibió la adjudicación se dedica al poco sanitario negocio textil y ganadero. “Van a por lo más importante para una persona, su familia”, ha dicho Díaz Ayuso en la comparecencia del 17 de febrero, en la que no admitió preguntas de la prensa. El misterio del extraño contrato señala al hermano de la presidenta que, según el ABC –probablemente atendiendo a una filtración de Génova–, habría cobrado 286.000 por la operación.

 

El relato de la dirección del PP es que necesitan limpiar su partido para “distanciarse del pasado”. Ejem

 

Casado maniobra aquí a través de sus fontaneros –que más que desatascar cloacas se dedican a airearlas–. Entre ellos, Ángel Carromero, famoso por conducir el coche en el que murieron dos dirigentes de la oposición en Cuba, y que hoy ejerce en segunda línea de la política. Más que segunda, profunda. En la actualidad es un alto cargo del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y, según el Gobierno de Madrid, uno de los encargados de intentar contratar a unos investigadores privados –ahora que Villarejo está fuera de juego– para buscar las pruebas que inculpen al hermano de la presidenta 

 

“Nunca imaginé que la dirección nacional de mi partido iba a actuar de un modo tan cruel y tan injusto contra mí”, ha dicho Ayuso. Difícil es que no lo supiese, si en la jerga interna del PP se dice “montar unas cremas” en referencia al vídeo de Cristina Cifuentes en la que se la ve robando unos tarros en un supermercado, y que fue filtrado por su “compañeros” de partido. Por culpa de esta filtración tuvo que dejar su cargo, aunque ya habían intentado hacerla caer anteriormente con el caso del falso máster, que recordemos tocaba también a Pablo Casado. La misma jueza dijo que al líder del PP se lo habían regalado “a modo de prebenda” por su “relevancia política”. Casado, ese hombre que según su currículum también había estudiado en “Harvard”, aunque no ha salido de Parla. Y entonces no existía el Zoom. Ahí sigue.

 

 

Los outsiders tienen ganadas la simpatías del público. Pero si se hacen públicas las pruebas que inculpan a Ayuso su vida política habrá llegado hasta aquí

 

Sigamos con el caso mascarillas que todavía estamos en la primera temporada. La dirección nacional del PP acusa a Díaz Ayuso de haberse inventado lo del espionaje para desviar la atención del caso de corrupción. (Esto último lo podemos encontrar entrecomillado sin atribuir en medios de derechas, porque recordemos que esta es una partida que se juega en la comunicación. Todos los medios están orientado sus relatos según sus propias simpatías y preferencias internas.) En cualquier caso, la acusación de espionaje es una jugada astuta de la presidenta que, de “posible corrupta”, pasa a ser víctima de la dirección de su partido, una imagen que hoy vende. Los outsiders, los perseguidos por las “élites políticas”, tienen ya ganadas la simpatías del público. Pero si se hacen públicas las pruebas que inculpan a Díaz Ayuso, con toda probabilidad, su vida política habrá llegado hasta aquí. Fue exitosa mientras duró, quizás demasiado, desde el punto de vista de su rival político. 

 

El relato de la dirección del PP es que necesitan limpiar su partido para “distanciarse del pasado”. Ejem. Bueno, démosle la razón a Casado y no nos olvidemos de indagar en este posible caso de corrupción. No sería el primero, por así decirlo. Madrid, esa comunidad gobernada por el PP desde hace más de 25 años, donde del nepotismo a la corrupción hay un breve deslizamiento de sobres bajo la mesa. No olvidemos la corrupción, pues. Una corrupción que en Madrid es inherente a una estructura de poder oligárquica y de clase, un modelo de gobierno y gestión de lo público que entrelaza sus intereses con la empresa privada afín al PP –a partir de redes clientelares–. Donde son los amos de las grandes constructoras los que parasitan las obras públicas y acaban asumiendo la gestión de toda clase de servicios públicos externalizados o privatizados a cambio de deslizar algunos euros en la caja B del partido de gobierno. Tamayazo, Caja Madrid, Gürtel, Púnica, M-30, Lezo, la sanidad, los conciertos educativos y ahora la universidad pública, todo son ocasiones. No olvidemos el propio Zendal, en el que hay sobrecostes que superan los seis millones de euros y, en el que muchas adjudicaciones se produjeron también a dedo. Madrid, la comunidad donde puedes tardar semanas en ver a tu médico de atención primaria o a un trabajador social; de los hospitales públicos de gestión privada que generan astronómicos beneficios para empresas privadas. Ese Madrid donde durante la pandemia han muerto proporcionalmente más ancianos en residencias que en cualquier otra comunidad; y donde ya morían antes de la covid debido a desatenciones criminales.

 

 

No olvidemos, pues. Más allá de sus guerras internas, Madrid o Génova es el mismo PP. El de la Gürtel, el caso que certificó no hace tanto que el Partido Popular es “estructuralmente corrupto” y que acabó precipitando la moción de censura estatal y el cambio de gobierno. No hace tanto. Que no se nos olvide.  

 

 

 

 

 

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