Opinión
Al criticar la Reforma Laboral, ¿sabemos de qué hablamos?
La recuperación de derechos puede cambiar la cultura empresarial que compite por los bajos costes
La recuperación de derechos puede cambiar la cultura empresarial que compite por los bajos costes.
Ningún interés partidario puede anteponerse a la lucha contra la precariedad. Ningún interés electoral puede bloquear la recuperación de derechos de la clase trabajadora
Llevo semanas oyendo opiniones y posiciones a diestro y siniestro sobre el acuerdo del diálogo social por la reforma laboral. Hace semanas que respeto el tiempo político a pesar de lo que estoy escuchando, y aunque algunos partidos no respetan el tiempo ni el papel del diálogo social.
Y después de estas semanas quiero compartir algunas consideraciones que ya no puedo ni quiero callar más:
La democracia se articula desde la representatividad que otorga la ciudadanía a distintos niveles. En el ámbito estatal están representados los intereses generales por quienes son escogidos para conformar el Congreso de los Diputados y Diputadas, el poder legislativo. Cabe decir que éstos eligen al Gobierno del Estado que representa el papel del ejecutivo, por tanto, dos de los tres poderes donde se sustenta la democracia.
Además de los intereses generales, también están representados los intereses de parte de la ciudadanía. Éstos tienen sus propios mecanismos establecidos para acreditar su representatividad. Los intereses de parte del mundo del trabajo lo representan las patronales más representativas, escogidas por los empresarios, y los sindicatos que mayor representación tienen en las elecciones sindicales que se desarrollan en cada centro de trabajo de más de seis trabajadores y trabajadoras, según establece la ley.
Estos derechos y obligaciones representativas están recogidas en la Constitución, al igual que las funciones que desarrollan, y entre otras muchas está la de la concertación y el diálogo social.
El diálogo social puede ser bipartito o tripartito. Bipartito es aquél que forman patronales y sindicatos para abordar aspectos de las relaciones laborales principalmente. El Tripartito se añade al Gobierno porque negocia aspectos que se tramitan como leyes, normas y reglamentos.
Por tanto, la reforma laboral se ha negociado por aquellos que han escogido los partidos (el Gobierno), los empresarios (las patronales) y los trabajadores/as (los sindicatos).
¿Tienen derecho los partidos a cuestionar los acuerdos que se lleguen en este ámbito? Claro que sí. ¿Pero tiene lógica política hacerlo? En mi opinión, NO. Es una práctica política que debilita la estructura de la que nos dotamos para vertebrar la democracia. No respetar las legitimidades representativas dice muy poco del compromiso con los valores democráticos y la participación de la ciudadanía articulada, que son los agentes sociales. ¿Qué democracia defienden algunos? ¿La de la corte dejando de lado la de la villa? Que se lo hagan mirar. A diestra y siniestra.
También he oído muchas cosas sobre los contenidos de los acuerdos, que hacen preguntarme si sabemos de qué hablamos. El acuerdo aborda las tres fases que vive un trabajador en su relación con las empresas durante su vida laboral:
– La entrada en el mercado de trabajo (contratación)
– La estancia del trabajador en la empresa y sus derechos (negociación colectiva)
– La salida del mercado de trabajo (medidas alternativas a los despidos)
1. La entrada en el mercado laboral
Se ha fijado como contrato ordinario el contrato indefinido; se han reforzado las causas por las que el contrato puede ser temporal, reduciéndolo a dos modalidades para dificultar el fraude; se ha eliminado el contrato de obra y servicio, principal foco de abuso de temporalidad; se ha reforzado el incentivo del contrato fijo discontinuo en los sectores que por su estacionalidad utilizaban la temporalidad hasta ahora; se han incrementado los derechos en los contratos formativos, mejorando condiciones de miles de jóvenes; se han endurecido e individualizado las sanciones al fraude en la contratación.
¿Alguien puede decir que este acuerdo no cambia radicalmente los criterios de entrada en el mercado de trabajo? ¿Alguien recuerda una reforma laboral que trata con este nivel de profundidad el modelo de contratación en nuestro país? Se puede decir que este apartado de la reforma, por sí sola, no vale ya la pena para cambiar la cultura de la precariedad a la contratación que condena a millones de trabajadores a dar saltos por las empresas de contrato en contrato, muchos de ellos, de semanas, o días, o de horas…? ¿Es esto un maquillaje? ¿Sabemos de qué hablamos?
2. La estancia del trabajador en la empresa y sus derechos
La reforma laboral de 2012, se cargó los equilibrios de la negociación colectiva, restando eficacia a los acuerdos y dando arbitrariedad a los empresarios para cumplir o no con lo acordado. Si los trabajadores querían revertir las pérdidas de derechos en una próxima negociación, se encontraban con la espada de Damocles de la ultraactividad de la vigencia del convenio, corriendo el riesgo de quedarse sin el conjunto de condiciones que éste regula si los empresarios dejaban pasar el tiempo.
La pérdida de la ultraactividad y de la prevalencia del convenio sectorial al mismo tiempo han sido las herramientas que la reforma del PP puso a disposición de la devaluación de los salarios y las condiciones de trabajo para hacer frente a la crisis financiera, preservando los intereses de lo que ellos representan, a los que tienen el capital.
Recuperar la prevalencia del convenio sectorial para que los convenios de empresa no fijen salarios más bajos significa que la fuerza sindical que reúne los intereses de muchos trabajadores de muchas empresas, vinculados a las negociaciones de los convenios sectoriales, garantiza unas condiciones dignas de trabajo y que ninguna empresa que quiera empeorar estas condiciones para realizar una competencia desleal con sus competidores por la vía de los bajos salarios pueda hacerlo, como ha sido en esta década negra durante la que ha actuado la reforma del PP, empobreciendo a la clase trabajadora.
Esta política no sólo mejorará las condiciones salariales de millones de trabajadores que saldrán de la precariedad más absoluta, sino que puede cambiar la cultura empresarial que compite por los bajos costes, por otra donde las inversiones, la innovación y la formación protagonicen el cambio de modelo productivo que impulsa a la UE con los fondos europeos.
Cualquier persona que negocia convenios sabe el valor de estas medidas. Sólo el que nunca lo ha hecho puede menospreciar esta recuperación de derechos. Éste es el valor que tiene la recuperación de más poder sindical. Que miren los indicadores de desigualdades comparados históricos en relación con la sindicalización de la ciudadanía. Menos poder sindical es mayor desigualdad. ¿De qué hablan aquellos que menosprecian la recuperación de los equilibrios en la negociación colectiva? ¿Sabemos de qué hablamos?
3. La salida del mercado laboral:
Algunos se cogen a la falta de modificaciones en la cuantía de las indemnizaciones que fue recortado por las reformas de la crisis. Y sí, no se ha tocado ese apartado; primero porque debía encontrarse el consenso de todas las partes, que es un valor fundamental para dar estabilidad en el tiempo a la reforma. Pero también porque si analizamos el conjunto de medidas acordadas, actúan muy positivamente en la política de despidos. Porque estaremos de acuerdo en que la mejor política contra los despidos es que haya menos, no que sean mejor pagados, ¿verdad? Lo daré por supuesto.
En primer lugar, cambiar el mercado de trabajo reduciendo la temporalidad actual por encima del 20% a dígitos homologables con la UE, por debajo del 8%, significará que millones de trabajadores que hoy sólo tienen derecho a 8 o 12 días de indemnización por su contrato temporal tengan derecho a 33 días, porque tendrán uno indefinido. ¿No es esto “mirar a las personas”, cómo algunos se llenan la boca de decir?
Por otro lado, analizamos lo que hace la reforma para cambiar la cultura de los despidos. Primero, tener en cuenta los efectos en el mercado laboral de las reformas anteriores: se ha producido un nivel de sustitución de trabajadores por la vía de los despidos masivos y el abuso de la contratación, añadiendo la devaluación de los salarios esto ha significado una pérdida de antigüedad de los trabajadores que hoy en día tienen una media en torno a los cinco años y una pérdida salarial del 6%. ¿Por qué digo esto? Porque estos datos determinan la base de cálculo de las indemnizaciones, y con ellos podemos saber qué significa realmente la diferencia entre 33 y 45 días de indemnización por año trabajado. Cojan un ejemplo de cualquiera de los salarios mayoritarios, que no superan en mucho los 1200 euros al mes, con los cinco años de antigüedad media. Diferencias escasas que no cambian la vida de ningún trabajador despedido.
¿Es aquí la clave de la reforma laboral? En mi opinión, no. Es más importante actuar para evitar cambiar la cultura del uso de los despidos como primera medida empresarial para hacer frente a las crisis, para mantener el empleo y utilizar mecanismos de flexibilidad interna.
Y esto es lo que incorpora la reforma, un mecanismo RED, que no es más que extender la política contra la crisis de la Covid con los ERTE, repartiendo la jornada de los trabajadores, apoyando a las empresas y garantizando prestaciones a los trabajadores para compensar la pérdida parcial de sus salarios. En la crisis, 3,3 millones de puestos de trabajo se han salvado. ¿Es esto un maquillaje? ¿Cambiar la cultura ante los despidos y la contratación es despreciable? ¿Es mejor bloquear la reforma por varios euros? ¿Sabemos de qué hablamos?
Por estas razones estas semanas quedo asombrado por algunas declaraciones grandilocuentes y dogmáticas ideológicamente a derecha e izquierda. Pido sólo que paremos un momento a valorar lo que significa este acuerdo en su conjunto, tanto por la legitimidad del mismo, al ser el resultado del diálogo social, como por los efectos estructurales del cambio en el marco normativo del Estatuto de los Trabajadores más mayor que se ha pactado, sí, pactado en democracia. El cambio cultural que puede impulsar en el mundo del trabajo, y que tiene el trabajo digno y la lucha contra la precariedad como eje central.
Es sin duda la reforma laboral que más avanza en dirección contraria a los intereses neoliberales que dominan en nuestras vidas desde hace décadas. La reforma laboral que más derechos recupera para la clase trabajadora en todos los cambios que se han producido del Estatuto de los Trabajadores. Una reforma que contribuye a construir un marco de derechos sociales para poner las bases en el nuevo contrato social del siglo XXI, de la mano de la reforma del sistema de pensiones, la ley de empleo, la ley Rider, y el incremento histórico del SMI.
Ningún interés partidario puede anteponerse a la lucha contra la precariedad. Ningún interés electoral puede bloquear la recuperación de derechos de la clase trabajadora. No existe razón suficiente para no dar luz al decreto de gobierno que incluye los acuerdos del diálogo social.
No hay ninguna… si sabemos de qué hablamos.