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Opinión

Si quieres la paz, prepárate(II). El carácter destructivo del capitalismo

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La historia moderna  nos da bastantes pistas para comprender que los motivos aducidos para desencadenar muchas de las guerras eran totalmente falsos o, al menos, parciales…

_La historia moderna  nos da bastantes pistas para comprender que los motivos aducidos para desencadenar muchas de las guerras eran totalmente falsos o, al menos, parciales. Hoy podemos asegurar que las “guerras de religión”, el descubrimiento y colonización de América y otros conflictos sangrientos no se produjeron sólo por motivos ideológicos.

 

 

La moderna historiografía nos ilustra sobre la tremenda importancia de los factores económicos que están en el fondo del desencadenamiento de las guerras. La colonización de África, Asia, América y Oceanía por parte de potencias europeas lo ponen bien de manifiesto.

 

Se trataba de, “manu militari”, adueñarse de inmensos territorios para robarles sus riquezas naturales y aprovecharse, con todo tipo de violencia (como se pone de manifiesto en la creación de instituciones como la esclavitud) de la fuerza de trabajo de todo bicho viviente susceptible de ser explotado bajo la ideología del “máximo beneficio” inmersa en las “gélidas aguas del cálculo egoísta”.

 

En el robo y en la explotación, pues, se basó el sistema que se fue construyendo: el sistema capitalista que, todavía, domina en el mundo en su versión neoliberal. Muchas veces tendemos a culpar de las atrocidades históricas a este o aquel individuo.

 

 

La importancia del individuo en la Historiase ha exagerado. Hasta el punto que, no hace mucho, el estudio de la historia consistía en  la “enumeración de los Reyes Godos”. Reyes, reinas, nobles, personajes ilustres,  guerreros audaces, eran los protagonistas. Obreros, campesinos y otros trabajadores eran ignorados. Hasta que se produjo lo que Ortega y Gasset denominó como “la rebelión de las masas”.

 

Cuando en los años noventa desapareció la URSS y, con ella, el sistema socialista en Europa del Este y en las repúblicas asiáticas, algunos intelectuales, como Francis Fukuyama, teorizaron , siguiendo a Hegel, “el fin de la Historia”: el capitalismo había triunfado en el mundo y se había acabado cualquier tipo de conflicto puesto que el “libre mercado” triunfante  imperaría armoniosamente por los siglos de los siglos.

 

Nada más lejos de la realidad. Nada más lejos de la racionalidad.

 

El sistema capitalista es un sistema nada pacífico. Se basa en la explotación del trabajo de seres humanos y en la competición despiadada y a muerte entre los capitalistas.

 

A muerte, sí. A muerte por conseguir nuevos mercados. A muerte por hacer desaparecer la competencia que acabaría contigo si tú no acabas con él. A muerte por las materias primas. A muerte por el monopolio del conocimiento científico y técnico.

 

Por eso el imperialismo yanqui-europeo no podía conformarse sólo con la desaparición del socialismo en la URSS. Tenía muy presente el ejemplo de China. Y no quería que se reprodujera en la URSS. ¿Y qué había sucedido en China?

 

En China, después de la muerte de Mao, se produjo un viraje hacia el capitalismo. Pero este viraje se hizo con orden bajo la dirección del Partido Comunista Chino (PCCh). Aunque una gran parte de la economía pasó a depender del mercado (y por eso puede ser llamada capitalista) las grandes empresas estratégicas, la salud, la educación, …siguieron siendo públicas. Se estableció pues lo que se denomina como economía mixta que consiste en una mezcla de planificación central y mercado (más o menos “libre”)

 

Con este sistema China compite en la actualidad con todo el mundo. Y está a un paso de convertirse en la primera potencia económica mundial, si es que no lo es ya.

 

Es más que evidente que ese desenlace no gustaba ni a los USA ni a la UE (ni a Japón, por supuesto) Hicieron todo lo que estuvo en sus manos para desmembrar la URSS, acabar con la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), y crear una situación de caos del que no se pudieran desembarazar por los menos en medio siglo. 

 

 

Colocaron capitaneando el barco a un borracho vendepatrias, Yeltsin, un genuino“demócrata”,  que mandó bombardear  el Parlamento asesinando a más de doscientos diputados, destrozó la economía rusa poniendo en manos de oligarcas la riqueza que era de toda la nación, e hizo en todo momento lo que le señalaban sus “amos” capitalistas de Occidente.

 

Bajo las consignas de Occidente y con la economía totalmente destrozada, la capacidad de Rusia para competir era nula. Más todavía con los problemas militares que habían surgido en Chechenia y media docena más de ex-repúblicas  soviéticas. Un buen negocio, asegurado por cincuenta o cien años.

 

Y en eso llegó un cambio en la política de Rusia.

 

Fuerzas nacionalistas llegaron al Parlamento y comprendieron que lo que se había realizado hasta el momento iba en contra de Rusia en todos los sentidos. Y decidieron actuar y no seguir siendo los perros falderos de Occidente. Empezaron a defender su economía, su territorio y su historia. La avaricia de los imperialistas yanqui-europeos había roto el saco ruso.

 

Desde ese mismo momento en que Rusa quiso rescatar su soberanía,  la coalición del capitalismo imperialista se las tiene juradas.

 

No pueden tolerar que Rusia vuelva por sus fueros y se convierta en una gran potencia capitalista que compita en igualdad de condiciones. Con China ya hay bastante. El gran problema del capitalismo imperialista es que se está formando un nuevo orden en el mundo. Un orden multilateral. Y van a tener que contar con  Rusia, con China, con la India, con América Latina.

 

Ucrania es el coletazo de los partidarios de un orden caduco. Si no respetan a los demás pueden llevar al mundo a una guerra termonuclear. Ellos (nosotros) verán (veremos).

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