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Opinión

Esti(g)mado Don Benedicto uve equis palito.

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Vergüenza torera.(Dícese de lo que nunca sintió el maestro de Camas y tampoco ninguno de estos)…

Vergüenza torera

(Dícese de lo que nunca sintió el maestro de Camas y tampoco ninguno de estos)

 

A la sazón hombre (posiblemente) más escuchado del mundo y primera referencia del nacional catolicismo de esta (de momento) monarquía bananera, apéndice decisorio de Alemania, a la que llamamos Reino de España.

En primer lugar quisiera refrescar su memoria y despertar en usted el recuerdo del título que ostenta. Pontifex: Sacerdote primero de JupiterOptimusMaximus, padre de los dioses de Roma. Cargo que hereda usted en línea directa del “primus inter pares”,”dictator ad aeternum”, Cayo Julio Cesar. Protector de las vestales y sacerdote primero del susodicho.

Me va a disculpar usted, pero no veo por ninguna parte ni las huellas, ni mucho menos las sandalias, de Petrus, Simón el armador de barcos de pesca (que no el publicano recaudador, causa de ruina de viudas y hambre de huérfanas), no digamos ya las del hijo del carpintero. Ese cuyo nacimiento celebran ustedes un 25 de diciembre, festividad del dios Mitra y de su NatalisSolisInvictus. Y es que puestos a apropiarse de  doctrinas ajenas como ustedes no hay ninguno.

Dicen las beatas y los meapilas que ha abandonado usted la cruz. ¿Acaso se refieren a la gamada que abrazó en su mocedad en las juventudes hitlerianas? No, no me venga a estas alturas con el cuento de que los nazis le persiguieron. Tan solo le recuerdo que si Hitler subió al poder fue gracias a los votos favorables de la “democracia cristiana alemana” (Tres conceptos incompatibles reunidos en la misma frase). ¿Qué luego les traicionó? Puede ser, mas no antes de pagarles mucho más de treinta monedas ¿O ha olvidado usted acaso el concordato? Pacto rubricado y sellado por uno de sus antecesores en el cargo y el susodicho genocida. Y es que ya se sabe, si por algo se caracteriza su doctrina es por proclamar que a Dios lo que es de Dios y a Cesar lo que es de Cesar y, si es posible, a ustedes todas las herencias de las viudas. Y ya puestos a ello, que el Bávaro limpiara de judíos la letrina les vino a ustedes de perlas.

Pero no me dirijo a usted por esto. Lo hago más bien por los desmanes de su casta en los tiempos que me ocupan. No me vale que me cuente que desautorizó usted a los curas pederastas ¿Acaso no era usted el máximo dirigente de la congregación para la doctrina de la fé (Léase santa inquisición)? No me cuente que no disponía de herramientas para inquirir y castigar tamaña perfidia (Si quiere le puedo remitir a cualquier museo de la barbarie y la tortura). Al final tendré que añorar esos otros tiempos en que perseguían ustedes la ciencia y la razón y que por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol le condenaban a uno al ostracismo (“epur se muove”) o a la hoguera (Giordano Bruno) para pedirle perdón pasados cinco siglos. Pero claro está, según el punto de vista de su iglesia siempre ha sido más grave decir la verdad que darle por culo a unos críos. Eso ya lo sabemos usted, yo y todo hijo de vecino.

Es por eso que me pregunto ¿Por qué ha dimitido? No me venga a estas alturas con el cuento de la falta de fuerzas, de la dureza del camino, de la traición de los cuervos, etcétera, etcétera, etcétera. Todo esto ya le era a usted conocido. Si ocupó el cargo fue gracias a su destreza en manejar los hilos de un Papa que babeaba, chocheaba y se cagaba encima a cada segundo.

Ah, claro, ya lo entiendo. Lo que ocurre es que usted no quiere que le pase lo mismo que le pasó a Juan Pablo segundo, así que dimite del cargo por puro egoismo.

Sin otro asunto de momento, le envió un cordial saludo y mi más ferviente deseo de verle muy pronto en el infierno.

Pedro del Fierro.

Post Scriptum: Dante le manda recuerdos, y me pide decirle que le ha reservado, a usted y a todas las “personas” de su misma calaña, un círculo entero del averno.

 

 

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