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Opinión

Operación Coletero

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Esta mañana se ha hecho público el manifiesto de la que se ha venido en llamar operación coleta que llama a la elaboración…

Esta mañana se ha hecho público el manifiesto de la que se ha venido en llamar operación coleta que llama a la elaboración de una candidatura de oposición al saqueo con un decálogo que debería reunir tal candidatura. A las pocas horas de aparecer públicamente el manifiesto Pablo Iglesias anunciaba su disposición a encabezar una candidatura de esas características.

Si me preguntas si quiero convencer a Izquierda Unida de que participe con nosotros, te digo: evidentemente. Tengo claro que en este camino, más tarde o más temprano, tenemos que encontrarnos, siempre desde la premisa de la participación ciudadana” decía Pablo Iglesias esta mañana. Hace unos años Pablo participó en un acto de llamada a la refundación de la izquierda. En él llamaba a Izquierda Unida a tener la iniciativa para aglutinar las fuerzas militantes. Más allá de si la iniciativa tenía que tener origen definido o no, quienes en los últimos años hemos impulsado la convergencia política y social siempre hemos defendido que tal no podía ser el ofrecimiento del pez grande (Izquierda Unida) a los peces pequeños para que éstos se dejen engullir sino la construcción compartida (y estratégicamente eficaz) del cambio. Por eso entiendo que tampoco ahora se trata de que Izquierda Unida participe con nosotros sino que ese nosotros e Izquierda Unida (mi nosotros) y muchos otros participemos juntos. También, como Pablo, como cualquiera que ponga su activismo político al servicio de un pueblo saqueado, lo considero un deseo evidente.

Quizás en lo que difiera sea en los plazos. Considero un error ese más tarde o más temprano tenemos que encontrarnos. Es urgente la suma de fuerzas militantes (una de cuyas manifestaciones es la electoral) y no se me ocurre una ocasión mejor para lanzar una amenaza electoral real a los jefes del saqueo que estas elecciones europeas. Por muchas razones pero especialmente por la percepción social (en gran parte justificada) de la inutilidad electoral de las europeas  que junto con su sistema electoral impiden que una llamada al voto útil  bipartidista suene más que a una tomadura de pelo extrema. Las elecciones europeas de este año pueden ser una contundente respuesta popular al saqueo y de haber un resultado contundente podríamos, por qué no, estar ante un nuevo 12 de abril de 1931, unas elecciones que trascienden el ámbito para el que están convocadas (municipales aquellas, europeas éstas) para ser un auténtico certificado de defunción de un régimen político instalado en el saqueo estructural y la deriva antidemocrática.

El manifiesto, en general, es perfectamente suscribible por cualquier persona de quienes nos venimos situando en la izquierda; casi podría decir que por cualquier demócrata. Cualquiera redactaría un manifiesto distinto en tal o cual párrafo pero como el encuentro exige generosidad y renuncias no hay razón para no apoyar prácticamente todo su contenido.

Sólo rechazaría algunas de las exigencias que plantea el punto 10 del manifiesto, como la exigencia de que los cargos electos dimitan a media legislatura. La propia importancia que se ha dado en la escenificación a la personalidad de Pablo Iglesias al frente de la candidatura hace pensar que sería (en el caso -que no veo probable, pero eso da igual- de que tal candidatura obtuviera escaños)  un error incomprensible que el propio Pablo Iglesias dimitiera en un par de años y medio. Creo que tal exigencia surge de una errónea conclusión a partir de unos datos ciertos: que nuestra política institucional necesita un relevo entre otras razones porque tal relevo se ha dado en los demás espacios políticos. Además hay toda una cultura política propia de la Transición que sitúa a muchos cargos de muchísimos ámbitos en una suerte de arrogancia que considera incapaz a todo aquel que viene por detrás generando una especie de tapón generacional que no se justifica precisamente por la eficacia en la derrota de las élites político-económicas.

Que sea urgente una renovación en la política no puede llevarnos a la conclusión de que es necesaria la volatilidad política o que dé igual quién personalice la apuesta por el cambio. Quienes nos alegramos de que Chávez ganara el referéndum revocatorio de 2004 entendimos que cuando un proyecto político deseable encuentra liderazgos populares eficaces (y controlados democráticamente, como evidenciaba el propio referéndum) su sustitución a media legislatura sería una derrota. Nadie dijo entonces que fuera deseable la sustitución de Chávez a media legislatura para evitar su profesionalización sencillamente porque ese no es el problema: el problema es anteponer los intereses personales a los colectivos. No es que no necesitemos liderazgos: precisamente lo urgente son nuevos liderazgos que entronquen con las nuevas formas de resistencia al saqueo sin que ello suponga olvidar lo más positivo de múltiples trayectorias políticas y sociales: todas las esferas de la oposición al saqueo han supuesto una evidente renovación de las formas de actuar y la política institucional que vaya en esa línea no se puede quedar atrás. Si no es de una reflexión parecida a ésta, no entiendo de dónde surge una apuesta que se escenifica con un perfil tan personal como esta operación coleta. Pero estoy seguro de que como el encuentro se hace con generosidad éste sería perfectamente posible, por ejemplo, con la elaboración de una candidatura integrada por activistas políticos, sociales, culturales que puedan ser referentes del cambio y que estén sometidos a mecanismos de revocación. ¿No sería ese un punto de encuentro perfectamente asumible por todos los que queremos hacer de estas elecciones un gran jaque a la troika que sirva de inicio del ciclo electoral de su derrota?

El momento histórico no sólo exige audacia sino también muchísima generosidad. No es una generosidad que se pida sólo a otros. Es una generosidad que empieza por poner en marcha los deberes propios, que todos tenemos. Tampoco es una generosidad sólo para sumar más sino para cambiar el país, para una ruptura democrática que ponga punto y final al saqueo institucionalizado. ¿Ponemos en marcha de una vez esa operación coletero  -sin coletero no hay coleta que valga- que haga de tanto pelo desperdigado una unidad? Al minuto siguiente de haber terminado las presentaciones en sociedad, ¿nos sentamos para hacer todos los esfuerzos que sean necesarios para poner en marcha la derrota de los ladrones y el arranque de una propuesta política con posibilidades reales de cambiar el país? ¿No merece nuestro pueblo el esfuerzo?

[Hugo Martínez Abarca es autor del blog Quien mucho abarca]

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