Carta abierta acerca de la oposición de ciertas personas a la concesión de viviendas en la barriada «El Rancho» a familias necesitadas.

En mi inocencia soy incapaz de sintonizar con sus razones.
Mejor así, tampoco lo quiero.

¿Qué me recuerda?

Tan solo una canción, tan solo unas letras: ¡Cierra la muralla!

A la mujer y el niño maltratados:
¡Cierra la muralla!

Al pobre parado desahuciado:
¡Cierra la muralla!

A la gente más necesitada.
¡Cierra la muralla!

¡Cierra la muralla!
¡Cierra la muralla!
¡Cierra la muralla!

Porque no es otra cosa sino una muralla lo que quieren levantar con su protesta. Una muralla de insolidaridad, una muralla de rechazo, una muralla de vergüenza.

Por supuesto que quien opta a esas casas vacías no pertenece a la jet set marbellí, ni falta que nos hace. A lo mejor ellos preferirían tener por vecinos a ese tipo de “personajes”. Nosotros, los moronenses cabales, desde luego no.

A los moronenses cabales no nos apetece convivir con Barcenas, Julianes ni Tales y Tales. Nos apetece convivir con gente como nosotros, a sabiendas pobres, que, a lo mejor por su honradez, no han tenido la fortuna de poder comprarse una casa sin ayudas, que no por sudor, puesto que mucho han sudado a causa de su trabajo. Puesto que mucho han sudado a causa de su explotación. Puesto que mucho han sudado a causa de su condición, de pobres.
Sin poder acceder a las vedadas mieles del éxito.

A los moronenses cabales no nos apetece convivir con gentes intransigentes y desconfiadas. No nos apetece convivir con gentes insensibles y afortunadas. No nos apetece convivir con gentes sin corazón.

A los moronenses cabales.

¿Quién sobra pues?
¿Nosotros, los moronenses pobres pero honrados?
¿Nosotros los moronenses necesitados de ayuda?
¿Nosotros los moronenses?

Pues yo, como dicen que dijo aquél, también quiero decir: Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

No lo quiero creer.

Me niego a creerlo.

Ya que de hacerlo tendría que abandonar esta tierra que tanto amo.

Así pues, yo digo como dicen que dijo aquél: Si ellos no te condenan hijo/a, ve y no peques más (de pobre).

Ve y no peques más de necesitado/a.
Ve y no peques más de sin techo.
Vé y sigue pecando de honrado/a.

Pues de lo contrario yo no podré reconocerte.

Y a vosotros que decís: ¡Cierra la muralla!
Nada tengo que deciros, pues mis palabras caerán en campos estériles, mis lamentos caerán en oídos sordos y mis lágrimas regaran las piedras.

Si al final vencéis tan solo me lamentaré por vosotros.
Por eso grito: ¡No más murallas!

Pero claro, mi palabra no vale, pues yo no creo.

Ante todo no creo en vosotros.