Connect with us

Morón

Rincones de nuestro pueblo. La Cilla de la Cruz Dorada

Publicado

on

Morón. Su enorme puerta de color verde, parece relegada a la simple misión de soportar dos carteles de venta, que cuelgan sobre ella desde hace muchísimo tiempo…

Morón. Su enorme puerta de color verde, parece relegada a la simple misión de soportar dos carteles de venta, que cuelgan sobre ella desde hace muchísimo tiempo. Su preciosa portada, ennegrecida por el tiempo e invadida de plantas silvestres que aprovechan todas y cada una de las grietas, que como arrugas al rostro, resquebrajan la bonita cara de la solemne cilla, asume en silencio el abandono y el olvido que su pueblo le ha regalado, tras casi tres siglos de antigüedad. Su techo casi totalmente hundido, sus enormes grietas de la parte trasera y su deterioro en general, hacen ver una caída predecible si alguien no lo impide antes. En sus grandes y solitarios espacios quedan guardados celosamente y para siempre, vivencias de antaño, algunas tan íntimas secretas, que solo las gruesas paredes de la Cilla presenciarían como testigos afónicos y leales. La finalidad de su construcción no fue mas que la de servir de almacén. Sus grandiosas salas, el ruinoso patio central, mostrando fisuras inaguantables y dejando ver sus adobes desnudos, y sus lóbregos sótanos, acogerían antaño, los frutos del campo que como diezmos, se le cobraba al humilde pueblo.

Construida en el barrio de San Francisco, el monumental edificio bautizado como la Cilla de los Canónigos, era más reconocido entre los vecinos como la Cilla de la Cruz dorada, según la marca asignada, como identificativo para diferenciar entre las demás cillas del pueblo.

Con el paso del tiempo y el cambio lento pero irrevocable de la sociedad, el edificio dejo de ser útil como almacén de productos agrícolas al desaparecer el impuesto feudal de otras épocas. Se recuerda entre los lugareños con más edad, el uso de la impresionante cilla como ocasional y magnánima posada para el cansado viajero.

Durante la guerra civil la espléndida residencia se llegó a convertir, de cómoda posada a sobrio cuartel militar. De nuevo, según la sabiduría popular, tas los tiempos de guerra, la Cilla volvería a ser posada una vez más hasta entrado los años setenta.

Tras esta última ocupación, la Cilla quedo cerrada y desocupada hasta nuestros días. Tan solo durante algún tiempo, la Cilla fue habitada por varios inquietos y ruidosos canes, que ladraban sin parar a cualquier movimiento que viesen entre las irregulares piedras del suelo y la rota y desvencijada puerta.

En la actualidad la Cilla yace muda e inhabitada mas que por los bichejos y las hierbas silvestres y autóctonas, que deben inundar sus espacios vacíos. La curiosidad, a quien más o quien menos, le ha dado por sentir ganas de entrar y ver que se encierra tras su triste y despintada puerta.

El tiempo, quizás, la dejo en el olvido, sola y arruinada, como simple fachada en penoso declive, del que los transeúntes ni siquiera se percatan de que aún sigue ahí, después de tantos demoledores años y variopintos y múltiples acontecimientos.

Continuar leyendo
Publicidad