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Opinión

Comentarios laicos sobre la Biblia: Crónicas del Antiguo y del Nuevo Testamento

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Antiguo Testamento



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La “libertad religiosa” que nos enseña La Biblia o cómo se demuestra quién es el verdadero Dios.

Cuenta el libro de Los Reyes (I) en su versículo 18 una historia terrorífica de cómo se las gastaban Jehová y los profetas enviados por él con el fin de mantener su monopolio divino-religioso.

Esta práctica de Jehová no es excepcional sino actuación común y corriente como sabe todo aquel que haya leído el Antiguo Testamento o puede saber cualquier persona que quiera informarse. Porque Biblias hay hasta en la sopa.

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En aquel tiempo Ajab, rey de Israel, casado con Jezabel (la mala de la película porque hizo que Elías tuviera que “najarse” de Israel y porque, al parecer, también era dada a cortar pescuezos de partidarios de Jehová) consentía que en su reino convivieran varias religiones, siendo una de las más prominentes el culto a Baal. Para castigar al rey y a los israelitas que se habían cambiado de bando y rendían culto a Baal, Jehová le mandó un recado con Elías diciéndole que en dos años no iba a caer ni una gota si continuaba con tal tolerancia y no proclamaba inmediatamente a Jehová como único dios, como el dios verdadero.

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Elías (qué curioso que los padres de Bendodo, el judío nazi, según Amparo Rubiales, le pusieran este nombre a su hijo: ¿casualidades de la historia?) tenía el mandato de Jehová de no permitir esta situación por más tiempo.

Así que se fue a ver a Ajab y este se quejó a Elías de la injerencia de Jehová en los asuntos internos del estado de Israel que él regía al imponerle la sanción (actuando como el imperialismo yanqui-europeo) de dos años de sequía absoluta. Hay que señalar que San Pedro no tuvo ninguna responsabilidad en esto puesto que aún no había nacido.

Concretamente, el rey Ajab le dijo al verle: “¿Eres tú el azote de Israel? “ A lo que Elías, con mucho desparpajo, le contestó “ No soy yo el Azote de Israel, sino tú y la casa de tu padre que habéis despreciado los mandamientos de Jehová y habéis corrido tras los seguidores de Baal

Y a continuación le retó a una contienda en la que se mostrara claramente quién era el verdadero dios: si Baal o Jehová.

La contienda consistía en reunir en el monte Carmelo a Elías y a los cuatrocientos cincuenta sacerdotes de Baal. Cada uno haría una barbacoa con un novillo. Cada cual descuartizaría uno y lo pondrían sobre la leña sin encenderla. El dios que respondiera con el fuego y fuera capaz de encender la barbacoa desde el cielo, ese sería el verdadero Dios. Y a ese, únicamente a ese, tendría que adorar el pueblo de Israel. Eso lo decía Elías, porque los sacerdotes de Baal no tenían ningún problema con que los israelíes adoraran a todos los dioses y diosas que les viniera en gana. Aunque, en la realidad, las hostilidades entre las dos religiones, como es regla general, habían llegado ya hasta el crimen.

Los sacerdotes de Baal, y el rey Ajab, aceptaron el reto; los de Baal actuarían desde la mañana hasta el mediodía y Elías desde el mediodía en adelante. Empezaron los de Baal, bien temprano, a llamar a su dios a grito pelado. Como hasta mediodía allí nadie hizo bajar fuego del cielo para encender la barbacoa baalista, Elías, con muy mal estilo y peor “fair play” empezó a burlarse de ellos diciéndoles que gritaran más fuerte, que su dios quizás estaba de viaje o dormido (entonces todavía no había vacaciones)

Una actitud gamberra y chulesca para la actualidad, puesto que la mayoría piensa que los profetas eran personas educadas y de orden. Pero la cosa no quedó en gamberrada o en chulería. Fue mucho más terrible, como veremos.

Al no tener respuesta de Baal, le tocó el turno a Elías. Con una chulería, tampoco propia de profetas, tal y como es común consideración, Elías mandó mojar la leña y el novillo, hasta inundarlos. Para que quedara bien patente quién mandaba allí. Pues su dios no sólo podía asar al novillo en condiciones normales sino cubierto de agua. Y aquello no iba a ser un cocido, sino un asado.

Elías rogó a Jehová y este al instante mandó un fuego tan potente que evaporó el agua, encendió la leña y asó el novillo. Al ver esto el pueblo entero, que estaba de espectador, se postró en tierra y clamó: “Jehová es Dios” “Jehová es Dios”

Y ahora viene lo verdaderamente horroroso, terrorífico. Dice La Biblia que Elías les dijo a las multitudes: “Prended a los profetas de Baal. Que nadie escape” Los prendieron. “Elías los bajó al torrente Cisón y allí los hizo degollar”

Luego dijo a Ajab: “Sube a comer y a beber, porque ya se siente el ruido de la lluvia torrencial”

Cuatrocientos cincuenta personas degolladas, ¿por qué?, ¿para qué?

Estaban ya derrotadas. Se había demostrado que su dios era falso. ¿Había necesidad de esa escabechina?

El resultado era patente, Yehová había encendido la barbacoa y Baal no. El pueblo estaba totalmente seguro de quién era el verdadero Dios. Y supongo que hasta para los sacerdotes de Baal estaba claro. Jehová podía haberle dado la posibilidad de convertirse, como hicieron los Reyes Católicos con los judíos españoles antes de expulsarlos o desterrarlos. Pero ¡quiá!

Todo esto que les estoy contando pueden consultarlo tranquilamente. Es el cuento que los judíos partidarios de Jehová escribieron. Quizás si el cuento lo hubieran escrito los partidarios de Baal, otro gallo cantaría.

De todas maneras, a “confesión de parte, revelo de pruebas” Como los judíos lo cuentan así, así será para ellos.

Y lo que se demuestra es que Jehová (que fue quien dio la orden) se muestra como un dios inmisericorde, asesino, vengativo y monopolista, que no admite competencia de ningún tipo y que liquida sin escrúpulos a cualquiera que le tosa.

¡Ah, y si alguien quiere ponerle Elías a su hijo, que estudie bien las andanzas de este profeta-genocida, capaz de descabezar a cuatrocientas cincuenta personas de una tacada!

Yo creo que se los llevó al torrente Cisón para que la sangre corriera y no se formara un estanque rojo en el páramo.

Jezabel, la esposa de Ajab, le dijo a Elías que aquello que había hecho era un crimen y que, como ella pudiera lo iba a pagar. Así que Elías salió pitando de Israel por temor a que también le cortaran la cabeza a él. Para los judíos Elías es un santo profeta, un héroe de Israel y un servidor leal de Jehová. Y eso justifica su terrible crimen.

Jezabel se convirtió en una villana para los hebreos.

Una historia muy parecida a las películas de indios de Hollywood: los buenos eran los asesinos del Séptimo de Caballería, o los colonos matando indios a espuertas y los malvados los indios que intentaban defender a su pueblo de gentes que les asesinaban para robarles sus territorios y sus fuentes de vida.

Los imperialistas yanquis y europeos (partidarios de La Biblia, que había que dar a conocer a los “salvajes” para “civilizarlos)) que no han dejado de robar, asesinar y esclavizar a otros pueblos y que quieren seguir haciéndolo, se autoproclaman como defensores de los derechos humanos.

¡A otro perro con ese hueso!

Se basan en este Jehová exterminador de pueblos (amorreos, filisteos, hititas,…) que cuando conquistan una ciudad no dejan ni un habitante ya sea mujer, joven o viejo. Pero de esta conducta exterminadora hablaremos en sucesivas entregas. El Antiguo Testamento está lleno de estos testimonios perpetrados por Israel en nombre de Jehová, ¿les suena?

Voltaire

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