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Opinión

Opinión. Comentarios laicos de la Biblia

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La Biblia llegó a mí desde muy pequeño. Tendría cuatro o cinco años cuando empecé a asistir a la escuela de Don Daniel Lucas, que sería mi maestro hasta que terminé Magisterio con 17 años (entonces se podía empezar a estudiar la carrera de Magisterio, que duraba tres años, reválida incluida, con el Bachiller Elemental que constaba de cuatro cursos que se podía iniciar a los 10 años aprobando un examen llamado Ingreso en el Bachillerato)

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Mi maestro se había visto obligado a montar una “escuela privada” para alumnos de clase proletaria después de salir de la cárcel donde había permanecido algunos años, condenado a muerte, por pertenecer al partido de D. Manuel Azaña, Izquierda Republicana.

Don Daniel era cojo, ateo y republicano. Como maestro republicano fue purgado y expulsado del Magisterio Nacional por las normas redactada por el fascista  gaditano José María Pemán, ideólogo muy principal del régimen nacionalcatólico y de la “Cruzada”

Un meapilas defendido por “Kichi” no sé muy bien con qué argumentos, que participó directísimamente en la brutal y salvaje represión franquista, al margen y en contra de la doctrina de Cristo, desde cualquier punto que se mire. No así del dios del Antiguo Testamento, Jehová, en el que se encuentran con relativa frecuencia episodios de exterminios de pueblos vencidos, que ponen los pelos de punta.

Con tal ideología en el timón de la nueva España imperial (¡Por el Imperio hacia Dios!, ¡Viva Franco! ¡Arriba España! fue uno de los gritos más repetidos del periodo), toda escuela estaba obligada a leer los sábados, al mediodía, el pasaje de los Evangelios que se leería en la misa del domingo en todas las iglesias del imperio español. Además de otras muchas actividades que la Santa Madre Iglesia mandataba. Vamos, todas las que le daba la gana: desde recoger dinero para el Domund, hasta asistir a las arengas religiosas; desde ir a despedir masivamente al misionero de turno (“Padre misionero/no se vaya usted” decíamos cantando al unísono todos nosotros y él nos respondía; “Callad, hijos míos,/pronto volveré) a asistir obligatoriamente a misa los domingos, desde…

Estos mismos son los que se declaran, ahora, como pluralistas, cuando en realidad hacen en sus colegios casi exactamente lo mismo que entonces. Y su misión principal es adoctrinar en la única fe verdadera: la católica.

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Así que, Don Daniel, cada sábado, religiosamente, estaba obligado a darnos una sesión de biblia. Nos leía el pasaje correspondiente.

Para un niño de aquel tiempo, con 5,6,7…años , después de tantas tareas repetitivas y tediosas como teníamos que desarrollar (por ejemplo: escribir hasta abajo de la hoja de la libreta de caligrafía la repetición de una muestra que el maestro colocaba en el primer renglón), escuchar un cuento era una delicia. Igual si se trataba de Blancanieves y los siete enanitos, La Cenicienta… o la historia del hijo pródigo, la resurrección de Lázaro o cualquiera de las parábolas.

Al menos eso era lo que me pasaba a mí. Desde el primer instante en que Don Daniel se ponía a leer el pasaje que tocaba, yo caía en trance. Prestaba tal atención a sus palabras que ninguna otra circunstancia podía distraerme.

Varios años escuchando los mismos relatos, semanalmente, hacen que se te impriman en la memoría. Son pocas las parábolas, los milagros y las historias que se me hayan olvidado.

Como todos los viejos volvemos a la infancia, he empezado a releer, sistemáticamente, La Biblia…

Y esta lectura me están suscitando comentarios que eran imposible hacer durante la infancia: por falta de capacidad y porque no me los hubieran permitido entonces. Aunque estamos atravesando una etapa muy peligrosa de la historia de España en que la censura y el poder del dogma católico y el clericalismo tienen cada vez menos razón de ser, pero más poder para combatir a sus enemigos.

Don Daniel no podía hacer ningún comentario a los textos “sagrados” Hubiera ido otra vez a la cárcel. Mi maestro murió hace tiempo. En la transición se asoció al PSOE y le hicieron un pequeño homenaje en Cieza, su pueblo y el mío.

Naturalmente, Don Daniel no tendrá ninguna responsabilidad por los errores que pueda cometer, ni por los contenidos de lo escrito que correrán a cargo del que suscribe.

Voltaire

Nota: Procuraré hacer un comentario cada sábado en este diario digital.

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