Un poema definitivo de Miguel Hernández. Por Juan Segura

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Estuve en Orihuela el pasado 15 de agosto para visitar la casa del poeta Miguel Hernández Gilabert. Al día siguiente estaba enfermo y tuve que ir al médico. Todavía no sé si fue por “la calor” o por el cabreo (la indignación que sentí)

Resulta que el Ayuntamiento de Orihuela tiene preparadas un par de casas en la calle San Juan: en una de ellas vivió el poeta y su familia y otra frente a la primera. Se supone que ambos inmuebles tienen el propósito de rendir homenaje al poeta de “Vientos del pueblo”

Pero es imposible rendir homenaje a nadie intentando ocultar los episodios más importantes de su vida. A eso no se puede llamar homenaje sino amputación, manipulación, falta de respeto.

Y por mucho que busqué no pude encontrar nada donde quedara explícita la militancia del poeta oriolano en el Partido Comunista de España. Nada de su lucha contra el fascismo y el golpe militar de Franco. Nada acerca de su condena de muerte por rebelión.

¿Cómo se puede estafar de esta manera al público?

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Hoy les voy a dejar patente parte de esta estafa, a la espera que ustedes puedan visitar las casas referidas, y puedan comprobarlo personalmente.

Es verdad que Miguel Hernández tuvo una infancia y juventud, como el resto de los niños y jóvenes de Orihuela, influidos por la Iglesia Católica. Estudió en instituciones católicas y tuvo amigos supercatólicos. El más importante fue Ramón Sijé a quien dedicó uno de los mejores poemas que se haya escrito jamás en lengua castellana y que maravilló a Juan Ramón Jiménez al leerlo.

Ese poema se llama Elegía y empieza con una dedicatoria al difunto que dice así: “En Orihuela, su pueblo y el mío, ha muerto, como del rayo, Ramón Sijé, a quien tanto quería” Recomiendo vivamente su lectura.

Para toda persona que no haya estudiado la vida de Miguel Hernández es muy fácil creer, visitando sus casas museos, que Miguel siguió siendo católico toda su vida.

Nada más lejos de la verdad. Miguel hizo dos viajes a Madrid. El primero frustrado. En el segundo tuvo más éxito y a partir de conocer a los poetas más importantes del momento y relacionarse con ellos, y analizar la situación política por la que atravesaba España, cambió totalmente su orientación ideológica. Paso a tener una conciencia clara de clase y a despreciar todo lo que significaba la religión que le habían inoculado.

Cómo no quiero que me crean sin más, a continuación voy a mostrarles una prueba irrefutable. Es irrefutable porque es una confesión del propio Miguel: su poema Sonreídme.

Imposible encontrar este poema tan importante en la biografía de Hernández en ninguna de las dos casas. Al igual que otros muchos poemas importantísimos que no aparecen por ninguna parte. Y les puedo asegurar que no es por falta de espacio. En el próximo artículo explicaré a que me estoy refiriendo con que la ocultación de los poemas de Miguel nos es por falta de espacio.

El poema Sonreídme dice así

Vengo muy satisfecho de librarme
de la serpiente de las múltiples cúpulas,
la serpiente escamada de casullas y cálices:
su cola puso acíbar en mi boca, sus anillos verdugos
reprimieron y malaventuraron la nudosa sangre de mi corazón.
Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos,
de aquella boba gloria: sonreídme.

Sonreídme, que voy
a donde estáis vosotros los de siempre,
los que cubrís de espigas y racimos la boca del que nos escupe,
los que conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos,
os arrancáis la corona del sudor a diario.

Me libré de los templos: sonreídme,
donde me consumía con tristeza de lámpara
encerrado en el poco aire de los sagrarios.
Salté al monte de donde procedo,
a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre,
a vuestra compañía de relativo barro.

Agrupo mi hambre, mis penas y estas cicatrices
que llevo de tratar piedras y hachas
a vuestras hambres, vuestras penas y vuestra herrada carne,
porque para calmar nuestra desesperación de toros castigados
habremos de agruparnos oceánicamente.

Nubes tempestuosas de herramientas
para un cielo de manos vengativas
no es preciso. Ya relampaguean
las hachas y las hoces con su metal crispado,
ya truenan los martillos y los mazos
sobre los pensamientos de los que nos han hecho
burros de carga y bueyes de labor.
Salta el capitalista de su cochino lujo,
huyen los arzobispos de sus mitras obscenas,
los notarios y los registradores de la propiedad
caen aplastados bajo furiosos protocolos,
los curas se deciden a ser hombres
y abierta ya la jaula donde actúa de león
queda el oro en la más espantosa miseria.

En vuestros puños quiero ver rayos contrayéndose,
quiero ver a la cólera tirándoos de las cejas,
la cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón
sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo,
viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa,
viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso,
viéndonos en este estado capaz de impacientar
a los mismos corderos que jamás se impacientan.

Habrá que ver la tierra estercolada
con las injustas sangres,
habrá que ver la media vuelta fiera de la hoz ajustándose a las nucas,

habrá que verlo todo notablemente impasibles,
habrá que hacerlo todo sufriendo un poco menos de lo que ahora sufrimos bajo el hambre,

que nos hace alargar las inocentes manos animales
hacia el robo y el crimen salvadores.

El poema es tan claro que no necita glosa. Pero los clérigos y los meapilas, que tienen una gran influencia en Orihuela todavía, siguen haciendo de las suyas. No tienen ningún respeto ni por los muertos. Aunque ese muerto sea Miguel Hernández. O quizás precisamente por eso.

El poeta nos pide que le sonriamos porque se libró de los templos. Respetemos su memoria y sus deseos y sonriámosle. Yo le sonrío francamente frente a tantos miserables que quieren enterrar en la mentira su vida y su obra. No lo van a conseguir. La historia va a dejar a cada cual en su lugar. Y llegará un tiempo en que el pueblo de Orihuela acabará con este ocultamiento y pedirá cuentas de la monumental estafa.

Amén

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