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Opinión

Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo. Por Gerardo Tecé

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A la derecha española, formada por Abascal y por los que pactan con él, le perseguirá la imagen del líder de Vox estrechando la mano de un genocida

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Mientras Israel amenazaba con hacerle todo el daño posible a España, el más patriota de nosotros sacaba unos billetes de avión camino a Jerusalén para ponerse del lado israelí y arremeter contra España. Allí se reunió con Netanyahu. El líder señalado por crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional había tenido un día tranquilo.

Su última matanza de niños en el campo de refugiados de Rafah no había provocado, como la matanza del día anterior, la típica llamada de atención de Estados Unidos diciendo, por favor, disimulad un poco.

Así que todo bien, agenda despejada pues para reunirse con Santiago Abascal y Hermann Tertsch, hijo de un reconocido miembro del partido nazi. Este detalle, señalado por algunos ilusos como incoherente, no lo es para nada. La izquierda se empeña en hacer pasar a la ultraderecha por el filtro de la lógica, como si a la ultraderecha la lógica o la coherencia le importasen algo. 

Uno puede, como Milei, gritar viva la libertad carajo mientras amenaza con reprimir policial y económicamente a quienes se manifiesten en su contra. Uno puede, como Abascal, declararse liberal tras 25 años chupando de la teta del Estado.

Uno puede ser un nazi que apoya a Israel en su genocidio. Y la izquierda no entiende que es, precisamente, esa ausencia de toda norma ética y coherencia lo que hace atractivo el discurso de una ultraderecha que no pide absolutamente nada a sus votantes, excepto que mantengan vivo ese impulso de violencia contra el más desfavorecido en cada escenario, piedra fundacional del tinglado.

Ayer mismo un nazi irrumpía en una acampada a favor del pueblo palestino en Oviedo amenazando a los participantes mientras hacía el saludo fascista que tantos presos judíos sufrieron hace un siglo. ¿Y qué? Efectivamente eso es libertad pura. Una libertad que te permite rasgarte las vestiduras por la presencia de Bildu en el Parlamento –no importa que condenen la violencia– y a continuación plantarte en Israel y felicitar a Netanyahu por los 36.000 inocentes a los que ha asesinado en los últimos siete meses. Es admirable su firmeza, declaró Abascal, antes de atacar a España.

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La fotografía de la reunión fue un esperpento, cosa que tampoco le preocupa a la ultraderecha. Si hemos visto a Ayuso y Almeida inventarse desfiles para pasar revista a tropas de empleados municipales, también hemos visto ya a Abascal reunirse con el líder de Israel en un escenario decorado con banderas que simulaba ser el de un encuentro bilateral entre ambos países.

Es decir, Abascal se tomó la libertad carajo de hacerse pasar por representante del país que Israel está amenazando y darle la razón en sus amenazas. Ya explicó Antonio Machado, mucho mejor que nadie, lo de los señoritos vendiendo la patria. Algo que no explicó Machado, sin embargo –los poetas nunca entran en la prosa del detalle–, es que siempre la venden a cambio de algo.

En este caso, el motivo que llevó a Abascal a aliarse con el país que amenaza a España fue, como no podía ser de otro modo, personal. Si les sacaron un pastizal a los iraníes, ¿por qué no sacarle los cuartos también a Israel? Mientras lamía la bota ensangrentada de Netanyahu, Santiago Abascal, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo, le prometía al criminal de guerra deshacer el reconocimiento español a Palestina si algún día llegase a ser presidente.

Guiño, guiño. Es decir, le pedía ayuda para serlo a cambio de favorecer a Israel. Si Netanyahu se animase a contratar a Abascal como agente israelí a sueldo, debería antes pedirle el currículum. Laboral no, que no lo hay, pero sí el de sus actos de fidelidad.

El mismo tipo que alababa al ultraderechista Vladímir Putin tuvo que pasarse una tarde entera borrando tuits de elogio hacia el líder ruso cuando Occidente decidió declararlo un apestado. En su casa no daban crédito: miradlo, está como trabajando.

Debería por tanto Netanyahu incluir una cláusula en el préstamo que diga que, de ser condenado por crímenes de guerra, Abascal se abstendrá de asegurar que no ha viajado a Israel en su vida, como probablemente haría.

Es cierto que lo tendría difícil con una fotografía que entra a formar parte del museo de los horrores desde el mismo momento de haber sido tomada.

Podríamos decir que, a la derecha española, formada por Abascal y por los que pactan con Abascal, les perseguirá esta instantánea estrechando la mano de un genocida que cada día nos regala imágenes de cuerpos de menores mutilados, hospitales bombardeados, viviendas destruidas y familias rotas.

Pero es absurdo echar estas cuentas y además sería falso. A las derechas que señalan o toleran el señalamiento de extranjeros y homosexuales, a las derechas que niegan o toleran la negación de la violencia machista contra mujeres, les da exactamente lo mismo que ahora se las relacione con el asesinato de niños de piel oscura.

Al contrario, la foto de Abascal apoyando a quien amenaza a España será un hecho que internamente será celebrado con champán por todas las familias de Vox.

Las que tienen pasado nazi y las que trabajan para el poder económico, se llame este Israel, Arabia Saudí o ACS. No busquen más que no hay, como no hay ética ni valores. Ni falta que necesitan, que decía aquel.

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