Opinión
Querido amigo de Facebook. Ahora que me acabas de llamar casta…
Opinión. Querido amigo de Facebook. Ahora que me acabas de llamar casta sostengo en mis manos una fotografía. No es de hace mucho, pero ha llovido tanto desde entonces, que me parece estar observando una imagen de hace siglos….
Opinión. Querido amigo de Facebook. Ahora que me acabas de llamar casta sostengo en mis manos una fotografía. No es de hace mucho, pero ha llovido tanto desde entonces, que me parece estar observando una imagen de hace siglos. En ella aparezco con unos compañeros en una manifestación, una mañana de un lejano 29 de septiembre de 2010. En nuestras caras se vislumbra cierto malestar, y no soy capaz de recordar si ello podría deberse a que cuando fue tomada la instantánea estábamos agotados por el trabajo de toda una noche, o más bien, ya habíamos conocido el escaso éxito que había tenido nuestro esfuerzo. Sí, seguramente fue eso. La huelga no había salido bien, no tan mal como anunciaban algunos medios desde luego, pero reconozco que no habíamos sido capaces de convencer a la mayoría de los trabajadores españoles, para que secundasen una huelga en la que todos nos jugábamos mucho.
Recuerdo que fue en esa época cuando me agregaste como amigo. Teníamos conocidos comunes y sólo por eso me mandaste una solicitud de amistad, algo que yo cortésmente acepté, sin poder sospechar entonces quién eras. Al acercarse la huelga llenaste tu muro de críticas a los sindicatos, y clamaste contra una huelga que entendías no iba a solucionar nada. Yo alguna vez te corregí, y aunque en parte comprendía el hastío que habían provocado algunos sindicalistas acomodados, te advertía algo que después fue una realidad; si la huelga fallaba, y si no respondíamos contundentemente, íbamos a conocer el mayor retroceso en derechos sociales de la Historia, pues con ello estábamos diciéndole al poder, a aquellos mismos que habían provocado la crisis y que ahora no querían pagar las consecuencias, que no íbamos a mover un dedo por defenderlos.
Después cargaste contra los piquetes con una contundencia digna de cualquier contertulio de Telemadrid. Todavía no había pasado nada, pero ya advertías de los problemas que íbamos a causar, clamando por el derecho al trabajo sin sospechar en ningún momento que por eso mismo era por lo que nos poníamos en huelga. Nada dijiste de las empresas que amenazaron ese día a los trabajadores que secundasen la protesta, como tampoco te hiciste eco de las imágenes que inundaban toda la red con los excesos policiales. Ese día, sólo la caída de una mesa en un bar de Sevilla, con un concejal amigo mío implicado, pareció llamar tu atención. Éramos unos salvajes.
Poco tiempo después perdiste tu trabajo, y en tu muro ibas narrando cada día tu desesperación. ¿Más recortes?, ¿Qué comerá mi familia?, ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?, y así un sinfín de preguntas sin respuesta aparecían cada día en tu muro reflejando la desesperación repetida, el drama de millones de españoles que algunos ya supimos predecir hace tiempo ante la indiferencia de la gente como tú. ¡Qué le vamos a hacer! Parece que el ser humano sólo aprende a golpes y tú, por desgracia, no ibas a ser una excepción.
Hoy he visto que te has afiliado a Podemos. Parece que has descubierto que la política puede servir para cambiar la realidad y por ello te doy la enhorabuena. El único problema es que, tal vez por querer aprender demasiado rápido a rebelarte, te has crecido en la soberbia del que acaba de descubrir algo por primera vez, y por eso ahora gustas de presumir de ser el más comprometido en la lucha contra la casta de la vieja política, casta en la que por supuesto no has dudado incluir a todas las organizaciones de clase de la izquierda. Parece que te has olvidado pronto de quién fuiste y qué defendiste en su momento, y hay una huelga general que ha sido borrada de tu memoria, del mismo modo que los que entonces nos enfrentamos solos al monstruoso sistema también hemos sido olvidados. Me alegra saber que ahora te unes a nuestra causa, pero piensa que el compromiso para algunos de nosotros -esos que tú llamas casta-, es anterior, y se traduce en mucho más que rellenar un formulario por internet y votar la lista que nos indica una estrella televisiva; es un compromiso diario que se fortalece en la resistencia a ser derrotados, y que se significa noches en vela, donaciones económicas, horas de trabajo que nunca serán remuneradas,… y todo lo que sea necesario por una lucha que en algunos casos, para algunos de mis casta-compañeros, ha supuesto prisión y torturas en otros tiempos que cada vez se asemejan más a los nuestros. En fin…, decía Bertolt Brecht que no había peor analfabeto que un analfabeto político, y tú amigo de Facebook sigues siendo uno de ellos.