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Opinión

Diez mitos sobre el conflicto palestino-israelí (quinto mito)

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Mito 5: Los países árabes amenazaron a Israel con la aniquilación en 1967 y 1973…

Mito 5: Los países árabes amenazaron a Israel con la aniquilación en 1967 y 1973

Lo cierto es que fue Israel quien hizo el primer disparo en la guerra de los Seis Días. A primeras horas de la mañana del 5 de junio de 1967, Israel lanzó a sus soldados a un ataque sorpresa contra Egipto (entonces República Árabe Unida) y diezmó a la fuerza aérea egipcia mientras la mayoría de sus aviones estaban todavía en tierra.

Es prácticamente obligatorio que los comentaristas describan este ataque como “preventivo”. Pero para que hubiera sido “preventivo”, tendría que haber habido, por definición, una amenaza inminente de agresión egipcia contra Israel. Pero no la había.

Es algo habitual afirmar que la retórica belicosa del presidente Naser, el bloqueo de los estrechos de Tirán, el movimiento de tropas en la península del Sinaí y la expulsión de las fuerzas de pacificación de la ONU de su lado de la frontera constituían, en su conjunto, esa amenaza inminente.

Sin embargo, los servicios de inteligencia de EEUU y de Israel evaluaron en aquel momento que la probabilidad de que Naser atacara era realmente baja. La CIA consideró que Israel tenía una superioridad militar abrumadora y que, en el caso de una guerra, derrotaría a las fuerzas árabes en el espacio de dos semanas; y en una semana si Israel atacaba primero, que es lo que realmente ocurrió.

Hay que tener en cuenta que Egipto había sido víctima de una agresión por parte de británicos, franceses e israelíes en la “crisis de Suez” de 1956, después de que Egipto nacionalizara el canal de Suez. Los tres países agresores conspiraron para librar una guerra contra Egipto que dio lugar a la ocupación israelí de la península del Sinaí. Bajo la presión de EEUU, Israel se retiró del Sinaí en 1957, pero Egipto no había olvidado esa agresión.

Además, Egipto había formado una alianza con Siria y Jordania, un compromiso recíproco para ayudarse mutuamente en caso de guerra con Israel. Jordania había criticado a Naser por no cumplir esa promesa después del ataque israelí contra el pueblo cisjordano de Samu el año anterior, y su retórica fue un claro intento de recuperar su prestigio en el mundo árabe.

Naser estaba a la defensiva y no tenía la menor intención de lanzar una ofensiva contra Israel. Esto fue señalado por algunas personalidades israelíes. Abraham Sela, por ejemplo, del Centro Shalem, observó lo siguiente: “La acumulación de fuerzas egipcias en la península del Sinaí no obedecía a un plan ofensivo y las instrucciones defensivas de Naser asumían explícitamente que Israel golpearía primero”.

El primer ministro israelí Menajem Begin reconoció que “en junio de 1967, tuvimos una nueva oportunidad. La concentración de efectivos egipcios en las proximidades del Sinaí no demuestran que Naser estuviera realmente a punto de atacarnos. Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos. Nosotros decidimos atacarle”.

Isaac Rabin, que también sería más tarde primer ministro de Israel, admitió en 1968 que “no creo que Naser quisiera la guerra. Las dos divisiones que envió al Sinaí no eran suficientes para lanzar una guerra ofensiva. Él lo sabía y nosotros lo sabíamos”.

Los israelíes han reconocido, también, que su propia retórica en ese momento sobre la “amenaza” de “aniquilación” que representaban los estados árabes era pura propaganda.

El general Chaim Herzog, comandante general y primer gobernador militar de la Cisjordania ocupada tras la guerra, admitió que “no había peligro de aniquilación, los cuarteles generales israelíes nunca creyeron que existiera ese peligro”.

El general Ezer Weizman dijo algo parecido: “Nunca hubo peligro de exterminio. Esta hipótesis nunca fue considerada en una reunión formal”.

El jefe del estado mayor, Haim Bar-Lev, reconoció: “No estuvimos amenazados de genocidio en vísperas de la Guerra de los Seis Días y nunca pensamos en esa posibilidad”.

El ministro israelí de la vivienda, Mordejai Bentov, ha reconocido también que “toda la historia del peligro de exterminio fue algo inventado y se exageró a posteriori para justificar la anexión de nuevos territorios árabes”.

En 1973, en lo que los israelíes han denominado “Guerra del Yom Kipur”, Egipto y Siria lanzaron una ofensiva sorpresa para recuperar el Sinaí y los Altos del Golán, respectivamente. Esta acción combinada es descrita popularmente en los relatos contemporáneos como una “invasión” de, o un acto de “agresión” contra, Israel.

Ahora bien, como ya hemos señalado, tras la guerra de junio de 1967, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 242, que pedía a Israel que se retirara de los territorios ocupados. No hace falta decir que Israel se negó a hacerlo y que ha seguido violando permanentemente el derecho internacional desde entonces.

Durante la guerra de 1973, Egipto y Siria “invadieron”, por tanto, sus propios territorios, que estaban entonces ocupados ilegalmente por Israel. La idea de que esta guerra fue un acto de agresión árabe presupone que la Península del Sinaí, los Altos del Golán, Cisjordania y la Franja de Gaza eran territorios israelíes. Esto es, evidentemente, un presupuesto groseramente falso que demuestra la naturaleza absolutamente perjudicial y tendenciosa de los análisis hegemónicos cuando se trata del conflicto árabe-israelí.

Esta falsa narrativa encaja con el relato más general, igualmente falaz, de Israel como “víctima” de la intransigencia y la agresión árabes. Esta narrativa, apenas cuestionada en Occidente, tergiversa completamente los hechos. 

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