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Opinión

En la muerte de Fernando Soto

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Conocí a Eduardo Saborido y a Francisco Acosta en la cárcel de Jaén durante mi traslado de la prisión de Sevilla a la de Carabanchel (Madrid). Si no recuerdo mal fue durante la primavera de 1975…

Conocí a Eduardo Saborido y a Francisco Acosta en la cárcel de Jaén durante mi traslado de la prisión de Sevilla a la de Carabanchel (Madrid). Si no recuerdo mal fue durante la primavera de 1975. Al llegar a Carabanchel tuve la oportunidad de conocer también a Fernando Soto.

Saborido, Soto y Acosta eran los tres sevillanos que formaron parte del famoso “proceso

1001” Digo famoso porque fue conocido en toda Europa, donde se hicieron numerosas manifestaciones y actos a favor de la liberación de los “diez de Carabanchel”  al frente de los cuales estaba Marcelino Camacho.

Yo era entonces un joven militante (25 años) del Partido Comunista de España Internacional PCE(i), cuya ideología marxista-leninista-pensamiento Mao, nos hacía combatir el eurocomunismo instalado por Santiago Carrillo y otros en el seno del PCE, al cual pertenecían los tres sindicalistas sevillanos así como el resto de “los diez de Carabanchel”

Mi relación con Soto (compartimos unos seis meses de prisión y una huelga de hambre) no fue muy intensa porque nuestro sectarismo hacía que los partidos situados a la izquierda (o eso creíamos nosotros entonces) del PCE formáramos una “comuna” aparte. Tan importantes llegaban a ser las diferencias ideológicas en aquellos tiempos que no nos permitían estar unidos ni siquiera en prisión (en Sevilla fue otra cosa)

Esa es la realidad y hay que decirla aunque les moleste a algunos y algunas. Eso no quiere decir que no fuéramos capaces de unirnos en ocasiones como fue la huelga de hambre que durante 17 días hicimos todos los presos políticos contra los cinco últimos asesinatos cometidos por los franquistas en el verano de 1975.

Digo que mi relación con Soto fue breve. Creo que dimos tres o cuatro paseos por el patio en los primeros días de mi llegada a Carabanchel y luego se fue enfriando  el  contacto. Mantuve una relación más estrecha con el poeta Carlos Álvarez que era también de PCE.

Pero aunque la relación fue corta me acuerdo perfectamente de lo que hablamos.  Me presenté y le estuve contando mi ideología política y la historia del partido en el que yo militaba. Y dentro de esa historia había un episodio negro, negrísimo. Se trataba de la muerte del minero asturiano afincado en Barcelona, Juan Guerrero.

El PCE(i) se había dividido en dos por ese suceso: los que denunciábamos su muerte y reclamábamos su inocencia y los que lo mataron acusándole de confidente de la policía y de ser responsable de la caída de gran parte de la cúpula del PCE(i) en Barcelona. Esta parte del PCE(i)  posteriormente cambiaron el nombre por el de Partido del Trabajo de España (PTE)

Recuerdo perfectamente que Fernando Soto me dijo que ellos (el PCE) conocían a Juan Guerrero y que  no tenían buena opinión de él. Posteriormente he leído un libro escrito por varios ex -dirigentes  del PTE en el que mencionan unas memorias  de uno de los mandos de la policía de Asturias en el que explica como captaron a Juan Guerrero y lo hicieron su colaborador.

Es muy posible que yo no quisiera confiar en la opinión de Soto, aunque según reconozco hoy, quizás tenía razón con respecto a Juan Guerrero. Y es también muy posible que, por ello, terminaran mis paseos con él por el patio.

No obstante la evolución de los carrillistas (eurocomunistas) nos da la razón en tanto que los considerábamos como una desviación socialdemócrata del Partido Comunista. La mayoría de ellos acabaron en el PSOE. Fernando Soto también.

Nos es ningún reproche. Cada cual es responsable ante su conciencia de sus cambios. Y lo importante es tenerla tranquila. Pero aquellos que denunciamos la deriva carrillista y nos mantenemos orgullosos en las señas de identidad comunistas, aquellos que denunciamos el régimen que se estaba instalando con la transición nada modélica y que ha devenido en este bipartidismo monárquico corrupto hasta la médula, acertamos plenamente con la denuncia.

Tampoco creo que haya sido muy positiva la influencia de estos “socialdemócratas” en la deriva derechista y antidemocrática del sindicato CC.OO, en su pérdida de musculatura para defender a los trabajadores,  al cual critico desde mi condición de simple afiliado.

Algunos y algunas dirán que no es momento para verter estas críticas. Yo les digo que siempre es buen momento para la crítica y la autocrítica y que nunca es buen momento para la hipocresía y la autocomplacencia. El reconocer que Fernando Soto fue un tremendo luchador antifranquista no obliga a permanecer callado sobre su posterior evolución política y sindical.

Juan Segura.

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