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Opinión

Trump KO pero el PCE advierte que Biden es un espejismo

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Biden no ha dado ninguna muestra de que vaya a abandonar la política imperialista para respetar la soberanía de los pueblos…

_Biden no ha dado ninguna muestra de que vaya a abandonar la política imperialista para respetar la soberanía de los pueblos.

 


Tras conocer el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos celebramos la derrota de Trump, pero la victoria de Biden no supone ningún motivo para la alegría. Aunque el agresivo y zafio Trump pase a ser un mal recuerdo de la historia, y ello se celebre en las calles del país, no puede olvidarse que los dos candidatos presidenciales forman parte de los privilegiados que se expresan en las dos variantes, demócrata y republicana, del mismo “partido del poder” que gobierna para la plutocracia, por mucho que existan pequeñas diferencias en la política doméstica y en la acción internacional.

 

El Partido Demócrata, con Obama, y Biden como vicepresidente, mantuvo la orientación neoliberal en la economía norteamericana que tantas dificultades causó a los trabajadores y a la población pobre; rescató a las grandes entidades bancarias y a las compañías automovilísticas con ayudas multimillonarias a costa de aumentar el déficit público del país, y combatió la gran recesión de 2008 enviando al resto del mundo sus consecuencias. Su gran logro, el Obamacare, aunque amplió la asistencia sanitaria a una parte de la población, no impidió que las primas de las compañías de seguros aumentaran, y el plan ni siquiera se culminó.

El gobierno de Obama y Biden tuvo un gesto hacia Cuba, pero no cerró la siniestra prisión de Guantánamo; suscribió el acuerdo 5+1 con Irán, pero continuó la intervención militar en Afganistán e Iraq, inició la guerra contra Siria y la agresión a Libia que destruyó el país, y financió y apoyó el golpe de Estado del Maidán en Ucrania que llevó a la extrema derecha al poder. Amparó el golpe de Estado de los militares en Thailandia, y contemporizó con el siniestro general Al-Sisi que protagonizó el golpe militar en Egipto. También, mantuvo el programa mundial de espionaje de la NSA, creado por Bush en 2008 y que denunció Snowden. Y en su relación con Rusia y China el gobierno de los demócratas de Obama y Biden siguió los propósitos del Pentágono, reforzando las fuerzas de la OTAN en las fronteras rusas y formulando su “giro a Asia” que implicaba el traslado de buena parte de sus efectivos militares a los mares cercanos a China para su plan de contención y acoso.

No puede extrañar que tras los años del grotesco Trump, muchos ciudadanos norteamericanos celebren su marcha, pero Biden es un espejismo: es el político que, con Bush, apoyó la guerra contra Iraq en 2003, aunque después rectificó ante la evidencia del fracaso y la matanza, que causó centenares de miles de muertos. El neoliberalismo de republicanos y demócratas ha causado estragos en su país, y aunque existan diferencias de grado en sus propuestas políticas, Biden no va resolver los problemas de los trabajadores norteamericanos: se cuentan por millones los que sobreviven con salarios miserables; los bancos de alimentos del país advierten que la inseguridad alimentaria afecta a más de 50 millones de personas en Estados Unidos y 40 millones de estadounidenses no pueden pagar la factura del agua.

 

La derrota de Trump es, sin duda, un duro golpe para el fascismo postmoderno que impulsó su presidencia, y que configura hoy una siniestra internacional con los Trump, Bolsonaro, Modi, Netanyahu, Orbán, Kaczy?ski, Erdogan, Al-Sisi, Duterte, todos ellos dirigentes nacionalistas, xenófobos, proclives al racismo, de la nueva extrema derecha que se ha fortalecido con la crisis y que ahora, perdiendo su principal referencia en el mundo, queda debilitada.

Ahora, Estados Unidos debería impulsar una nueva política exterior. Biden anuncia el regreso al acuerdo nuclear con Irán, pero va a mantener las sanciones económicas; va a continuar apoyando a Israel, aunque realice algún gesto hacia los palestinos. Biden deberá decidir si devuelve la embajada norteamericana a Tel-Aviv; si limita la agresividad de Arabia en la infame guerra del Yemen, si termina con la intervención militar en Siria y con las bases ilegales que mantiene en el país; deberá decidir si opta por negociar un acuerdo sobre misiles de corto y medio alcance con Moscú que sustituya al INF que Trump abandonó; tiene que decidir con urgencia si Estados Unidos acepta la propuesta rusa de prorrogar sin condiciones el START III, que vence en febrero de 2021 y es el único tratado de desarme nuclear que subsiste.

La salida de Trump es una victoria, pero Biden no es el futuro: no ha dado ninguna muestra de que su Administración vaya a abandonar la política imperialista ni vaya a abrir una etapa de respeto a la soberanía de los pueblos, de cooperación y de paz.

 

 

Fuente: https://www.mundoobrero.es/pl.php?id=9923

 

 

 

 

 

 

 

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