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Opinión

Reyes y patrones en líos judiciales. Por Jaime Cedano

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Sé que me van a decir que entre Juan Carlos el Borbón y Álvaro Uribe no hay ningún tipo de comparación, que el uno es un hombre del mundo, de las noblezas y los grandes palacios y el otro no es más que un montañero…

_Sé que me van a decir que entre Juan Carlos el Borbón y Álvaro Uribe no hay ningún tipo de comparación, que el uno es un hombre del mundo, de las noblezas y los grandes palacios y el otro no es más que un montañero, o hijo de montañeros que llegó a ser presidente dos veces de un país inviable sumido en guerras y desgracias.  Mire, que en eso de montañero y campechano empezamos a encontrar semejanzas. Para lectoras y lectores no conocedores de nuestra jerga más cotidiana, montañero en Colombia es alguien que viene de las zonas agrarias, de la montaña, que no habría ni que explicarlo, término que en mundillos citadinos excluyentes es despreciativo. En cambio mucha gente suele enorgullecerse de sus ancestros montañeros. Pero no hay que despreciar al montañero de Uribe al momento de colocarlo al lado del Borbón. Es cierto que nuestro culibajito no tiene el donaire ni la altura ni el porte del monarca. Ni sus títulos nobiliarios. Pero Uribe es el Patrón, el puto amo, el presidente eterno y la mente superior, como suelen llamarlo sus más fieles espadachines. Y la fortuna amasada por Uribe es por lo menos 20 veces más grande que la que fue acumulando Juan Carlos pidiéndole propinas a jeques  o Califas bañados en oros, diamantes y petróleo. A lo que habría que  sumar la fortuna de los hijos de Uribe que es superior en grande a la del padre. El poder político, militar, religioso y de pernada de Álvaro Uribe opaca al poder del Borbón. Esto es indiscutible. Pero esta semana los poderosos señores tienen serios problemillas.

 

 

 

 

El Campechano ha huido vergonzantemente antes que enfrentar a la justicia por ocultar en Suiza las millonarias propinas recibidas y el Montañero enfrenta ante los tribunales un cargo por soborno de testigos, un cargo menor habida cuenta de lo mucho de lo que se le señala, pero inmenso ante su inmenso poder y de la total impunidad que le ha rodeado, igual que al otro, aunque sin que en la Constitución estuviera estipulado. El juicio a Uribe es el principio del fin del uribismo como poder absoluto e intocable, así los jueces, por ahora, no se atrevan quizás, o quien sabe,  a encerrarlo por miedo a las amenazas de destrucción total que los uribistas están anunciando si esto ocurriera. Y la huida en nocturnidad que hiciera el Borbón resquebraja un poco más al régimen del 78 y a la desprestigiada y parasitaria monarquía. Desde alguna parte del universo Hugo Chávez sonreirá burlón y compasivo ante quien un día le dijera que se callara y hoy ha tenido que “poner los pies en polvorosa y coger las de Villadiego”.

 

 

 

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