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Opinión. COVID 19: Sobre la importancia de lo Público

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No es muy original comenzar una reflexión apelando al refranero: “De aquellos polvos vienen estos lodos”. Me explico. Ante todo decir que no soy economista ni experto en estadísticas  o datos, solo soy un observador  que intenta informarse y sacar sus propias conclusiones…

_No es muy original comenzar una reflexión apelando al refranero: “De aquellos polvos vienen estos lodos”. Me explico. Ante todo decir que no soy economista ni experto en estadísticas  o datos, solo soy un observador  que intenta informarse y sacar sus propias conclusiones.    Durante estos últimos días la grave situación provocada por el Covid 19 ha hecho relucir algo que muchos conocíamos o intuíamos,  la falta de una red productiva y científica robusta en el sector sanitario  que hiciera de España suficientemente  autónoma de otros países. No me refiero al sistema sanitario (médicos y médicas, enfermeros  y enfermeras, centros de salud, hospitales…etc), me refiero a una industria  capaz de absorber la demanda del material  imprescindible (mascarillas, EPI, ventiladores, respiradores…material e instrumentos médicos)   ante situaciones de riesgos como la que vivimos así como centros de investigación que acogieran a  hombres y mujeres de distintas disciplinas científicas con los  suficientes medios económicos, técnicos y  estabilidad laboral y profesional cuyos estudios, investigaciones y conocimientos  anticiparan,  previeran o   atenuaran de forma significativa los riesgos.

 

Todo empieza con el desmantelamiento  de lo público, concretamente del sector industrial, científico y financiero. Fueron decisiones políticas, orientadas por la ideología imperante  al servicio del capital, muchas veces impuestas por la Unión Europea y otras muchas por intereses económicos  ocultos a nosotros pero desde luego muy generosos,  como luego quedó patente,  con quienes adoptaron tales decisiones,  supuestamente servidores de lo público.

 

Felipe González inició el camino de las privatizaciones, al principio  de forma parcial como las suministradoras de energía ENDESA  y REPSOL, telecomunicaciones TELEFÓNICA y financieras ARGENTARIA, entre otras; luego Aznar culminó lo ya iniciado,  dilapidó definitivamente  el tejido público empresarial y financiero y abocó premeditadamente  al país a una  economía  cortoplacista basada fundamentalmente en el sector servicio enfocado al turismo y la construcción que se autoalimentaban apoyados por un sistema financiero especulativo.  Todo ello generó una   prosperidad ficticia  sin ninguna cimentación sólida  como se demostró con la   crisis del 2008.

 

No tengo los conocimientos suficientes ni la preparación necesaria para analizarlo adecuadamente, pero espero  que tarde o temprano se haga: el gobierno de Aznar causó un enorme  daño a la sociedad  española, porque  además de  desmantelar la industria  y el sector financiero públicos, no supo,  no quiso reinvertir adecuadamente la ingente cantidad de dinero obtenida con las operaciones de venta. Quienes lo defendieron en su día (y aún lo defienden véase la Fundación FAES) argumentan que se “sanearon” las cuentas públicas,  reduciendo  el déficit para converger con los criterios impuestos por la Unión Europea con el fin de acceder al mercado único monetario, pero a qué coste: pérdida de soberanía económica  y política, quedando España a merced de las necesidades y decisiones  de otros; la imposición de una política de austeridad y restricción presupuestaria que ha estancado la economía española (la del  sur de Europa) e impedido la posibilidad de una inversión inteligente en lo social, medioambiental, científico y cultural  durante estos años.

 

Díganme qué merito tuvieron Aznar y Rato en conseguir la reducción del déficit presupuestario privatizando las empresas públicas rentables y  viables todas ellas vinculadas a  sectores estratégicos, privando a España de los  ingresos públicos generados por dichas empresas y limitando, cuando no impidiendo, una prosperidad de largo recorrido.

 

 España dentro de la Unión Europea es uno de los países  con menor participación  en el sector público, y desde luego, está  ausente en sectores claves que le permitieran ordenar, influir  y orientar las capacidades de las empresas y personas. Y con esto no me refiero a una economía  planificada, anticipándome a la respuesta del pensamiento neoliberal.

 

Desde la democracia (sobre épocas anteriores es innecesario hablar) ningún gobierno se ha preocupado seriamente  por fijar la bases necesarias de una economía fundada en la producción industrial, tecnológica y científica, orientada al bien común.  España  en términos generales y como otros países (éstos en menor medida), ha delegado en otros el avituallamiento de  “una producción preventiva”, abastecimiento que ante situaciones de crisis, el Gobierno de turno  tiene que improvisar, resultando     costoso y escaso, cuando no  inaccesible.

 

La situación provocada por el Covid 19 revela las debilidades y dependencias de nuestro país, fruto de una política neoliberal dirigida a potenciar lo privado y relegando el Estado a la mínima expresión, delegando en las  grandes empresas decisiones que afectan al bienestar del pueblo y que están condicionadas por la visión empresarial lógica (la suya)  de maximizar el beneficio.

 

Cuando un Estado cede a determinados agentes “el ejercicio privado de una función pública” el sistema democrático   quiebra.    

 

El concepto de solidaridad por definición es incompatible con una economía liberal, maximizar el beneficio es el objetivo de la empresa, cualquier transferencia a la sociedad está condicionado por ese principio, incluso cuando desde el sector privado se hacen donaciones con un fin social entramos en el ámbito de la beneficencia  y la caridad, distinto de la solidaridad. La solidaridad es  compartir entre iguales, la caridad entre subordinados.

 

El Estado debe asumir  sus responsabilidades, porque ante escenarios complicados, sea por motivos  económicos,  medioambientales o sanitarios como el actual,  la sociedad busca amparo en el entramado público, por supuesto con el esfuerzo y las capacidades de las  mujeres y hombres servidores del bien común y no sometidos a  un consejo de administración. Pero para asumir esas responsabilidades con eficacia y solidaridad, el Estado  debe tener un armazón estratégico sólido, que garantice su intervención directa e indirecta (orientando y definiendo las estrategias empresariales) en beneficio de la gente.

 

La situación actual es la que es, lo hecho, hecho está, miremos al presente con visión de futuro:

 

  • Primero hay que combatir esta crisis sanitaria con el menor sufrimiento personal posible,  las personas primero y luego otra vez las personas, hasta la erradicación del virus o la  total inmunidad  de la población.

 

  • El apoyo económico a la población (trabajadores /as, autónomos/as y empresas) condicionado al mantenimiento de la actividad productiva y, por tanto, el nivel de empleo.

 

  • Tras la estabilización sanitaria y el inicio de la recuperación económica, aprovechar la inversión encauzándola para    iniciar una  economía fundada en la producción industrial, tecnológica y científica orientada al bien común en los términos expuestos.

Probablemente tengamos otra oportunidad para cambiar las cosas, pero presiento que estamos en los límites.

 

“Anoche se me ha perdido

en la arena de la  playa

un recuerdo

dorado, viejo y menudo.

como un granito de arena.

¡Paciencia! La noche es corta.

Iré a buscarlo mañana…

Pero tengo miedo de esos

remolinos nocherniegos

que se llevan en su grupa

—¡ Dios sabe adónde!— la arena

menudita de la playa”

 

Pedro Salinas (Presagios 1923). 

 

J.R.H.

 

 

 

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