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Opinión

Opinión. No hay alternativa-There is not alternative (TINA). Por Joaquín Rábago

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Foto portada: Javier Milei, presidente de Argentina, durante su intervención en la convención política de Vox ‘Europa Viva 24’, en Madrid. Rodrigo Jiménez/EFE.

“Es más difícil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo”, escribió el teórico cultural británico Mark Fisher en su libro “Realismo capitalista”.

Y en efecto puede decirse que una de las claves del éxito del sistema económico que nos envuelve es haber sabido presentarse a sí mismo, tras el fracaso del llamado “socialismo real”, como carente de alternativas.

“No hay alternativa”, afirmó en su día la primera ministra británica Margaret Thatcher. Frase que quedó para siempre asociada a sus políticas económicas y a las del presidente de EEUU Ronald Reagan.

Y si ha logrado imponerse tal visión de nuestra realidad económica es sobre todo gracias al hábil uso por los políticos, economistas y medios de comunicación de metáforas inspiradas en la naturaleza, como explican los alemanes Simon Sahner y Daniel Stahr (1).

No son válidas todas las metáforas utilizadas para describir lo que sucede, pero sí sirven a la perfección su propósito, que no es otro que presentar las crisis financieras como algo tan inevitable como los fenómenos naturales y liberar de toda responsabilidad a sus causantes.

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Se habla, por ejemplo, de “nubarrones, de “tormentas perfectas”, de “huracanes” o “terremotos”, es decir de algo siempre sobrevenido y que no ha podido evitarse y no como simplemente el resultado de acciones humanas, muchas de ellas irresponsables o equivocadas.

Del mismo modo se habla también de países “enfermos”: el primer “sick man of Europe” (enfermo de Europa) fue el imperio otomano en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, en la que se lograría su definitiva desmembración.

La expresión se aplicaría luego a otros países, como Gran Bretaña, tras la pérdida de su imperio y el estancamiento económico resultante, a Irlanda, Portugal o Grecia, a la Rusia postsoviética y también a Alemania, tras su costoso proceso de reunificación.

Y ya se sabe que lo que hay que hacer que los enfermos es curarlos cuanto antes: de ahí las llamadas “terapias de choque”, expresión tomada de la psiquiatría y consistente en privatizaciones, liberación de precios, recortes drásticos de las ayudas y los servicios públicos, entre otras medidas antisociales.

Es decir, algo así como lo que está haciendo en este momento en Argentina su nuevo presidente, Javier Milei, y que provoca violentas protestas de la población, reprimidas por las fuerzas del orden con una violencia todavía mayor.

Políticas consistentes la mayoría de las veces en privatizar las ganancias y socializar las pérdidas como cuando se trata de salvar a los bancos “too big to fail” (demasiado grandes para permitirse su quiebra), bancos que asumieron enormes riesgos convencidos de que, por su tamaño, no los dejarán caer.

Se habla también siempre de la “mano invisible del mercado” como se habla de “mercados libres”, pero la experiencia nos ha enseñado que el Estado siempre recurrirá en auxilio de los poderosos porque, como no se cansan de decirnos, “no hay alternativa”.

Notas:

(1) “Die Sprache des Kapitalismus” (El lenguaje del capitalismo). Ed. S. Fischer

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