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El Gobierno del PP condecoró dos veces por su «intachable conducta» al general de la XIX del Aire que sueña con fusilamientos masivos

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El militar retirado Francisco Beca Casanova no vivió la tragedia de la Guerra Civil. Ni siquiera había nacido cuando el golpe de Estado de 1936 partió al país en dos mitades

_El militar retirado Francisco Beca Casanova no vivió la tragedia de la Guerra Civil. Ni siquiera había nacido cuando el golpe de Estado de 1936 partió al país en dos mitades y dejó tiradas en cunetas por toda la geografía española a miles de personas cuyos restos, a día de hoy, todavía no han sido recuperados por sus seres queridos. Pero en su imaginario, o al menos así se desprende de los mensajes enviados desde su teléfono móvil al chat de La XIX del Aire desvelado por infoLibre, aquellas “maniobras” proporcionaron “algunos años de progreso”. No es de extrañar. Al fin y al cabo, esa fue la ideología de la que mamó Beca durante una parte importante de su trayectoria profesional en las Fuerzas Armadas. Un camino por el que empezó a transitar allá por la década de los sesenta, que le llevó hasta uno de los puestos más altos del escalafón –general de división– y por el que el Gobierno de José María Aznar le recompensó con una medalla al mérito aeronáutico y una Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo. “Premio a la observancia de una conducta intachable” que ahora queda en entredicho con sus ensoñaciones, y las de otros compañeros, sobre fusilamientos masivos.

 

El militar, que encabeza una de las cartas enviadas al rey Felipe VI en las que se asegura que el actual Gobierno tiene la pretensión de “aniquilar de raíz nuestra democracia”, siempre ha mantenido un perfil bajo. Nada de escándalos y presencia nula a nivel mediático. Su nombre apenas aparece en los periódicos. La única manera de reconstruir su vida es la escasa luz que arrojan los diferentes boletines oficiales. Nacido en los primeros compases de los años cuarenta, tiempos de autarquía y coqueteo del régimen franquista con el nazismo, el joven Beca ingresó en la Academia General del Aire allá por la década de los sesenta. Las primeras referencias que se tienen de él datan de agosto de 1963, cuando aparece en una orden por la que se le nombra caballero cadete de nuevo ingreso para el Arma de Aviación –es decir, servicio de vuelo–. Un par de años después, fue nombrado alférez alumno. No era de los mejores. Ocupó el puesto 72 de 92, mucho peor que Ángel Díaz Rivera, el de “alguien tendrá que hacer algo (legal o ilegal) contra estos hijos de puta”. Su compañero de promoción, y de chat de Whatsapp en la actualidad, sacó la décima mejor puntuación.

 

En 1967, Beca ya ocupaba el rango de Teniente del Arma de Aviación. Y fue destinado a la Escuadrilla número 804. Luego, poco a poco, fue moviéndose. Pasó por el 21 Grupo de Fuerzas Aéreas o por el 102 Escuadrón de Fuerzas Aéreas. Y continuó ascendiendo por la escala de oficiales. Cuando al dictador apenas le quedaban poco más de tres años de vida, el militar ya tenía en su uniforme el distintivo de tres estrellas de seis puntas de capitán, tal y como figura en otro documento del Estado Mayor relativo a un curso de “controladores de interceptación” en el que se presentó como alumno, una formación que le permitió ocupar ese mismo puesto en el Escuadrón de Alerta y Control número 2. Y ya muerto Franco, le fueron llegando las estrellas de ocho puntas. Primero como comandante, luego como teniente coronel y, por último, como coronel, el último peldaño en el escalafón de oficiales rasos. Eran los años del ruido de sables dentro del Ejército –vivió el 23-F como comandante– y los de las victorias aplastantes del PSOE de Felipe González en las diferentes elecciones generales.

 

 

Pero los momentos más dulces de su trayectoria llegaron con José María Aznar en la Moncloa. Hay tres momentos clave. Primero se le promovió, en enero de 1999, al empleo de general de brigada, un salto de gigante al último escalafón de la jerarquía castrense. Y luego llegaron las condecoraciones. El 3 de diciembre de ese mismo año, el entonces ministro de defensa en el Ejecutivo del PP, Eduardo Serra, le concede la Gran Cruz de la Orden de San Hermenegildo. Y un año después, “en atención a los méritos y circunstancias”, Federico Trillo le otorga la Gran Cruz al Mérito Aeronáutico con distintivo blanco. Ninguna de estas dos medallas lleva anejo un plus sobre la pensión, como sí ocurría con las que recibió el policía franquista Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño. “Según está establecido, la blanca se concede por ‘méritos supuestos’. Sin embargo, lo cierto es que es un trámite habitual para los generales. Cuando llevan uno o dos años de antigüedad en el puesto, se les suele abrir un expediente directamente para su concesión”, explica a infoLibre un militar retirado. El mismo procedimiento, dice, se sigue para la otra distinción: “Se les suele dar a todos por sistema”.

 

 

Pero lo cierto es que estas medallas tienen un valor que va mucho más allá. “Las recompensas militares revisten gran trascendencia en los aspectos moral y orgánico de las Fuerzas Armadas […] al destacar a los miembros en el ejercicio del mando y demás funciones militares que legalmente les corresponden por acreditar las condiciones morales, físicas e intelectuales que se requieren para su concesión”, recoge la norma que regula las del mérito militar. En cuanto a la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, su reglamento establece que tiene por finalidad “recompensar y distinguir” a los oficiales generales, oficiales y suboficiales “por su constancia en el servicio y la intachable conducta”. Todo ello, “a tenor” de lo que establecen las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas. Un texto que, entre otras cuestiones, establece que el militar “guardará y hará guardar la Constitución”, respetará y exigirá valores como “la dignidad y los derechos inviolables de la persona” o “respetará y hará respetar los derechos fundamentales y libertades públicas” reconocidas en la Ley Fundamental.

 

Expulsión y pensión máxima

 

Una “intachable conducta” que choca de lleno con todos aquellos mensajes enviados desde el móvil del general de división al chat de la XIX del Aire. Si los miembros de las Fuerzas Armadas deben respetar la dignidad de las personas, desde su terminal salían mensajes como “Creo que me quedo corto fusilando a 26 millones” o “Tal y como está la situación la única forma de atajarla es extirpado el cáncer”. Tampoco encajan con su obligación de guardar y hacer guardar la Constitución los textos enviados al rey para zarandear al Ejecutivo de coalición del PSOE y Unidas Podemos elegido democráticamente o las ensoñaciones o alabanzas a los diferentes golpes de Estado ejecutados en España a lo largo del siglo XX. Varios son los escritos de Whatsapp en este sentido. “Yo prefiero la República porque tendremos más oportunidades de repetir las maniobras del 36”, “No [fueron las únicas sublevaciones] pero solo las de Primo de Rivera y la del Irrepetible [en referencia a Franco] trajeron paz y prosperidad a España” o “La sociedad española está dividida y los buenos son más cobardes que los malos en la actualidad. Solo queda (desgraciadamente) repetir la historia”.

 

 

El Reglamento de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo contempla la posibilidad de expulsar a quienes hubieran protagonizado “actos o conductas que supongan un descrédito para él mismo y para la orden, por socavar y poner en entredicho los valores y virtudes que deben adornar a cuantos pertenecen a la misma” –artículo 25–. Eso sí, limita la utilización de esa facultad extraordinaria a que “el afectado haya sido condenado por hechos delictivos en virtud de sentencia firme y que fueran susceptibles de ser considerados gravemente atentatorios a los valores de conducta ejemplar y prestigio personal que propugna la Orden”. Y eso que cuando se estaba procediendo a la reforma del texto, desde la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME) pidieron al Ministerio de Defensa que se introdujese un apartado para que pudieran ser expulsados quienes estando en situación de retiro ensalzasen a Franco o la dictadura. Sin embargo, un militar retirado consultado cree que en base a la “intachable conducta” que se exige se podría retirar esta distinción. Aunque no se muestra optimista: “No creo ni que vayan a tratarlo”.

 

 

En mayo de 2001, cuando su trayectoria castrense estaba en las últimas, Beca consiguió ascender a general de división. Sus últimos trabajos en las Fuerzas Armadas los hizo como director de Abastecimiento o Mantenimiento del Mando de Apoyo Logístico. En 2007, ya con 65 años, se retiró. Y lo hizo con una buena pensión. “Teniendo en cuenta que cotizó los últimos 15 años como oficial, le quedó la máxima: unos 2.600 euros brutos al mes, unos 2.200 netos”, explica a este diario un oficial retirado del Ejército del Aire. Desde entonces, Beca se ha centrado en su otra pasión: el canto. El 29 de mayo de 2013, en el salón de actos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales, fue uno de los protagonistas del concierto-audición organizado por la Escuela Municipal de Música y Danza de Pozuelo de Alarcón. Interpretó Una furtiva lácrima, romanza para tenor incluida en la ópera L’elisir d’amore de Donizetti. Entonces lo hizo sin su uniforme. Un traje que, no obstante, puede seguir utilizando en determinadas ocasiones. En concreto, según establece la ley, en “actos militares y sociales solemnes”.

 

 

 

 

 

 

 

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