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Morón

Dos cobardes pegaron una brutal paliza a un vecino de Morón en el Pozo Nuevo.

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Pasada la una de la madrugada Gabriel terminó su reducida jornada en el bar donde también…

Pasada la una de la madrugada Gabriel terminó su reducida jornada en el bar donde también trabaja su hija. A ella le quedaba poco para terminar y en breve también se iría a casa a descansar.

Gabriel se fue dando un paseo por la céntrica calle Utrera, cuando un par de jóvenes de unos 20 a 23 años, conocidos vecinos de Morón, se le acercaron y uno de ellos le pidió un cigarro.

Sin dudarlo se buscó el paquete en el bolsillo y se lo ofreció a aquel chico. Los jóvenes siguieron caminando por la acera de enfrente por la que iba Gabriel y cada cual siguió su camino.

Gabriel dudó varias veces a donde ir o donde quedarse, haciendo tiempo y evitando llegar a casa y encontrarse solo.

A día 20 junio, tenía que sobrellevar la gran pena de la ausencia de su mujer, apenas un mes había pasado desde que enviudara y la casa se le caía encima si no se hallaba en compañía de sus dos hijos.

Después de dudar si sentarse un rato en algún local, Gabriel decidió seguir su camino a casa.

Sus pasos le habían llevado ya a la mediación del Pozo Nuevo, justo delante del antiguo casino de nuestra localidad, cuando oyó una voz tras él.

Instintivamente Gabriel se giró sobre sí mismo alertado por la voz, empezando así su inesperada pesadilla.

Una lluvia de golpes y patadas, feroces, rápidas, violentas…lo envolvieron en un segundo, tirándolo en el suelo y dejándolo totalmente aturdido, confuso…

La paliza fue brutal, no hubo parte de su cuerpo que quedara libre de tan desalmada golpiza. Su instinto de supervivencia le hizo reaccionar y en aquel terrible y dramático momento entendió, que lo mejor sería hacerse el muerto o acabaría fiambre de seguir así.

Los dos jóvenes, aquellos que le pidieron el cigarro apenas hacia un rato, se ensañaron con él como bestias sedientas de sangre que luchan por un trozo de carne para comer. Sólo que este no era el caso.

En su dolor y agonía, Gabriel llegó a oír como ambos se metían prisa en quitarle la cartera y salir corriendo de allí. Ya por último, tras unos eternos momentos en los cuales pensó que moriría, los malhechores creyeron que estaba muerto y a la voz de “vámonos corre, que éste ya no se chiva” salieron corriendo, como alma que lleva el diablo.

Para su fortuna una persona se dirigía hacia donde él estaba tirado en el suelo. Como pudo le gritó atrayendo su atención, pues para él, le era imposible levantarse ni incluso moverse apenas.

Toda esta escena escalofriante y brutal, no es la escena de una película de suspense ni de intriga, ni un tema de ajuste de cuentas ni nada por el estilo. Simplemente fue el brutal asalto a un ciudadano normal, un trabajador que regresaba a casa y que fue atrozmente golpeado, pero que pese a todo y afortunadamente, pudo salvar la vida. Era la una y media pasada de la madrugada del día 20 de junio y esto ocurría en una calle muy céntrica y bien iluminada de nuestra localidad.

El joven Juan Manuel Porras Muñoz llegó al auxilio de Gabriel Bocanegras y llamó inmediatamente a la ambulancia. Durante el tiempo de espera a que la ambulancia llegase y durante la media hora que los sanitarios tardaron en asistir al herido, aun tendido en el suelo, Juan Manuel estuvo allí ayudando y sosteniendo las bolsas de suero que enseguida le colocaron al herido.

En resumen, numerosos golpes en la cabeza, una herida con varios puntos de sutura, un hinchazón que le deformaba el rostro de una manera espantosa, golpes por todo el cuerpo…pero lo peor, su pierna derecha, destrozados sus huesos por la tibia, el peroné y el tobillo.

Su pierna quedó en tan mal estado, que tenían que recolocársela tras la paliza pues se quedó totalmente deformada. Para ponérsela en su sitio los sanitarios decidieron que había que inyectarle un tranquilizante, afortunadamente entre el personal sanitario se encontraba una enfermera que conocía de la alergia de Gabriel al Nolotil y advirtió de este vital detalle suministrándole otro medicamento.

Es de remarcar la prontitud de la Policía Local que se personó en el lugar de los hechos incluso antes que la ambulancia y la rapidez y efectividad con que los agresores fueron apresados y puestos en manos de la Justicia.

Tras algo más de un mes, Gabriel mantiene como recuerdo palpable de aquel momento, la escayola que cubre su pierna, a la que tras varias operaciones, ahora cuenta con un tubo metálico que le recorre la pantorrilla, como también dos placas a ambos lados del tobillo. Su cabeza ya recobró su aspecto original y los moratones y negros cardenales que le cubrían gran parte del cuerpo, desaparecieron poco a poco.

Pero quizás, las secuelas internas, las psicológicas, esas quizás tarden un poco más en desparecer de sus recuerdos.

La incomprensión ante lo que le ocurrió, es aún un tema para él, desconcertante cuando menos.

Ni siquiera el psicólogo que en un primer momento le atendió, encontró una razón o motivo para el ensañamiento de que fue objeto su persona.

En definitiva, podemos decir que Gabriel volvió a nacer de nuevo, pues pese a la paliza, la pérdida de los 128 euros que llevaba encima y su puesto de trabajo, aún así, vive para contarlo.

Pero ante este suceso y de manera inevitable, las preguntas surgen incesantes unas tras otras como burbujas de agua hirviendo.

¿Dónde quedaron los valores inherentes al ser humano?, ¿dónde la humanidad, la caridad, la compasión, el amor al prójimo?

Es cierto que nuestra sociedad pasa por una dura etapa de crisis económica, pero si echamos la vista atrás, no es la primera vez que vivimos una etapa así o incluso peor, por lo tanto no se le puede achacar la culpa tan solo a este estado de escasez y restricción.

¿Cuáles son los motivos pues que pueden llevar a actuar de manera tan deshumanizada contra otro igual?

Preguntas sin respuestas, problemas sin resolver, miedos ocultos, pérdida e inversión de valores básicos para una equilibrada y pacífica convivencia…un compendio de desajustes estructurales y olvidados valores morales, que nos hace vivir de una manera cada vez más salvaje y recelosa, caminando cada vez más hacia una oscuridad propia de la época medieval.

 

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