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Morón

Estrellar la nave antes que bajarse del burro. Por Gerardo Tecé

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Cuando sea tarde no habrá puesta en escena ni banderas con escudos y estrellas que maquillen este desastre consentido y permitido…

_Cuando sea tarde no habrá puesta en escena ni banderas con escudos y estrellas que maquillen este desastre consentido y permitido.

 

 

 

Era octubre de 2017 y el Gobierno de Rajoy intervenía Cataluña con el apoyo del entonces líder de la oposición, Pedro Sánchez. ¿Recuerdan aquello del procés? En 2020 todo parece pertenecer a una vida anterior y a un planeta distinto. Eran días tensos en Cataluña. Todo un gobierno autonómico desafiaba al Estado y retaba a un artículo de la Constitución, ese que dice que España es, como la casa de Bob Esponja, una piña. Indivisible. Días ajetreados en los que un desmelenado Puigdemont tiraba el penalti decisivo de la declaración unilateral de independencia y lo hacía a lo Panenka, dejando caer la pelota suavemente a las manos del portero. Unos segundos, pocos, en los que Cataluña estuvo fuera de España en boca del torpe ariete gerundense fueron suficientes para que el Gobierno, con el firme apoyo de Sánchez, decidiese que aquello era demasiado y que la Constitución no podía ser vulnerada en ninguno de sus puntos. Ni aunque fuese con la boca pequeña y a lo Panenka.

No parece que hayan pasado tres años, sino tres siglos desde entonces. Entre medias, muchas cosas han cambiado: Cataluña, España, Europa, el Mundo y hasta el propio Pedro Sánchez. Quien cambió en este tiempo su puesto de líder de la oposición por el de líder del país a secas ha cambiado, a su vez, en algo sutil e importante: su visión sobre hasta qué punto puede ser la Constitución Española desafiada con los peligros que esto conlleva, hasta qué punto la presidencia de una comunidad autónoma puede coger un artículo importante y bailar sobre su tumba. Las tragaderas del Pedro 2020, infinitamente más amplias que las del Pedro 2017, han colocado al presidente en una nueva tesitura. Sánchez ha unido su destino futuro al de quien prefiere estrellar la nave antes que bajarse del burro.

 

Artículo 43 de la Constitución española: “Se reconoce el derecho a la protección de la salud y compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios”. Para comprobar la gravedad de lo sucedido en los últimos meses en España, para entender por qué el trasfondo supera a las entrañables y televisivas imágenes de políticos de distinto signo colaborando –es lo que todos exigimos habitualmente y lo que nos parece más responsable–  apliquemos el filtro Cataluña. Es infalible para dar contexto a complejas realidades.

 

 

Imaginen al presidente catalán, Quim Torra, desafiando al Gobierno de España en plena gestión de una gravísima pandemia día sí, día también. Imaginen que para Torra una crisis sanitaria no es un problema, sino una oportunidad de desgastar al adversario, España. Imagínenlo abandonando importantes reuniones de coordinación para, mientras el resto de presidentes autonómicos arriman el hombro, irse a hacer oposición en televisiones amigas. Imagínenlo, en plena escasez de productos sanitarios, fotografiándose junto a un avión lleno de material catalán y para los catalanes. Imagínenlo pidiendo avanzar de fase imprudente y cabezonamente a pesar de las recomendaciones sanitarias, sumando a la crisis sanitaria una crisis política e institucional. Imagínenlo alimentando la protesta en las calles ricas de Barcelona a pesar del estado de alarma. Imaginen a Torra señalando a España –Espanya ens mata– al tiempo que la directora de salud pública catalana le huye despavorida. Imaginen a un Quim Torra incapaz de contener el virus culpando de forma delirante al aeropuerto del Prat, una de las pocas infraestructuras gestionadas por el Gobierno de España en la zona. Imaginen al supremacista Torra señalando a ciudadanos, diciendo en rueda de prensa oficial que los catalanes de origen andaluz, extremeño o castellano son los culpables de la crisis sanitaria en Cataluña por su irresponsable modo de vida. Imaginen al presidente de uno de los principales motores del país en una alocada huida hacia adelante mezclando irresponsabilidad institucional, negación de criterios científicos, desafío al Estado y vulneración del artículo 43 de la Constitución, ese que obliga a las administraciones a velar por la salud de la ciudadanía ante todas las cosas.

 

 

Imaginen que, a pesar de todo lo anterior, Pedro Sánchez y el gobierno de España, en lugar de tomar cartas en el asunto por la gravedad del momento y sus posibles consecuencias, deciden que Torra es un acompañante válido para este viaje. Una persona sobre la que depositar la confianza del Estado para lograr sofocar el mayor foco de infección de Europa. Imaginen que Torra, en modo de agradecimiento por la colaboración a pesar de los pesares, aprovechase una comparecencia conjunta junto con el presidente de España para cargar, una vez más, contra los menores inmigrantes de origen andaluz, extremeño o castellano, contra los okupas o contra cualquier otro delirio con el que contentar a su público más ultra. Imaginen a Quim Torra, explicando, junto al presidente Pedro Sánchez en rueda de prensa conjunta, que Cataluña no es como el resto del país, que es más que nadie. Que en plena crisis sanitaria y tras haber contratado curas en lugar de rastreadores, Cataluña se merece un trato especial, diferente, una solución mágica sin médicos, porque en España médicos no hay. Imaginen al presidente de España validando y dándole carácter institucional con su presencia a todos estos argumentos, a toda esta forma de hacer política consistente en la locura. 

 

Le exigimos a la política coordinación, lealtad y trabajo conjunto entre administraciones. Pero ni la lealtad, ni la coordinación, ni el trabajo conjunto, tienen nada que ver con un escenario lleno de banderas para tapar el grave vacío que supone que no haya nadie al volante frente a una crisis sanitaria en pleno centro del incendio a nivel europeo. De esa supuesta lealtad, coordinación y trabajo conjunto saldrá una foto que beneficia a ambas partes, pero no saldrá, lo sabemos de sobra, la solución que frene la grave situación epidemiológica que crece día a día sin que nadie haga nada. Si hace unos días, la responsabilidad máxima por permitir que la situación se fuera de las manos era de carácter autonómico, ahora también es responsabilidad del Gobierno central. Cuando sea tarde no habrá puesta en escena ni banderas con escudos y estrellas que maquillen este desastre consentido y permitido.

 

Publicado en CTXT.ES

 https://ctxt.es/es/20200901/Firmas/33481/sanchez-ayuso-coronavirus-pandemia-madrid-confinamiento-gerardo-tece.htm

 

 

 

 

 

 

 

 

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