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Morón

Mi obra maestra, capítulo 1. Por Pablo Lara

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Suenan las trompetas, en el horizonte asoma una nube de polvo, apenas se distinguen las figuras, son 100 caballos galopando con Fernando III al mando…

CAPÍTULO 1

 

Suenan las trompetas, en el horizonte asoma una nube de polvo, apenas se distinguen las figuras, son 100 caballos galopando con Fernando III al mando. me quedo paralizado, nunca antes habíamos sufrido un ataque. Nuestro visir sale con la caballería, entran en combate. los invasores cristianos vencen al ejército y se aproximan al castillo. Rápidamente se cierran las puertas que seguidamente son derrumbadas por el ariete.

 

Asustado huyo hacia la parte de atrás del castillo. A lo lejos se escuchaban los gritos de guerra:

 

  • ¡Por mauror! – Gritaban

 

Me escondí en una torre. Un soldado con brillante armadura me ció y se acercó.

 

  • ¿Que te pasa? – Preguntó
  • No se combatir – Respondí tímidamente.
  • Creo que tu ya estas preparado para ello – Comentó.
  • Solo tengo 15 años – Repliqué.
  • Confío en ti – Se despidió.

 

Más asustado aún ,me agaché en una esquina. Un soldado herido con una flecha se sentó a mi lado mientras se curaba la herida.

 

  • ¿Miedo? – Preguntó a la vez que se arrancaba la flecha del brazo.

 

Yo asentí con la cabeza.

 

  • Yo tal vez no sobreviva, y, si muero habré defendido bien a mi familia – Explicó.
  • Aun no se casi nada de combate, nunca he luchado en una batalla lo grande – dije indignado de mí mismo – aunque es verdad que si he peleado para defenderme. –

 

Él soltó una carcajada y ambos nos reímos.

 

  • Lucha por tu familia y por mí, amigo – me aconsejó.
  • Lo intentaré – Contesté.
  • ¡NO! – Gritó
  • Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes.- Dijo antes de tumbarse al lado de las armas.

 

Sorprendido por su reacción iba a salir y dijo:

 

  • Si no sobrevivo, dile a mis padres que los quiero y que siento cada discusión que hemos tenido –
  • ¿Cómo sabré quienes son tus padres? – Pregunté.
  • Lo sabrás en cuanto lo veas –

 

Al salir vi a tres encapuchados dirigirse hacia la parte de atrás del castillo, los ignoré y corrí hacia la parte de delante pero algo me detuvo y me hizo retroceder, sentía que debía quedarme en la parte de atrás. Al llegar les vi quitarse las capuchas y se les distinguía perfectamente la cruz en sus cascos. Eran tres caballeros cristianos que se dirigían hacia la puerta trasera sin vigilancia.

 

Inmediatamente bajo hacia la puerta, no me importaba si moría, sus palabras resonaban en mi cabeza. Los tres caballeros se aproximaban hacia mí, del primer espadazo salí despedido, pero por suerte con mis reflejos pude parar otra estocada que venía directo a mi cintura. Rápidamente lo bloqueo y doy una vuelta completa y consigo ensartar a uno de mis 3 enemigos, cuando los otros dos lo vieron enfurecieron y sus golpes eran más fuertes y continuos.

 

Conseguía pararlos todos; arriba, derecha, abajo, izquierda. me di cuenta de que siempre utilizaban la misma técnica, así que cuando me intentaron dar una estocada por la derecha me agaché hasta rozar el suelo con la espalda y con un movimiento rápido atravesé al segundo caballero.

 

El tercer me dio tal estocada que rompió mi espada y me hirió en el brazo derecho. desmesuradamente corrí hacia el interior de la misma torre en la que estaban las armas. Dentro de ella se encontraba el cadáver de mi amigo. Empecé a llorar, esta batalla no había hecho más que crear problemas y traer desgracias. Con coraje y valor cogí otra espada y aún con las lágrimas en las mejillas salí decidido a terminar con él. Cuando salí estaba esperándome ya que no podía pasar por otro lado. no tengo a nadie conmigo porque estábamos alejados de la batalla.

 

  • ¡Tú! – Grité – No saldrás con vida de aquí-
  • ¿Seguro? – Contestó.


 

 

 

 

Empezamos a luchar, el viento entraba y el sol me tapaba la vista… el asestaba unos golpes fuertes, y a duras penas podía pararlos. Vi una oportunidad clara de comenzar un contraataque , de un afortunado golpe en la pierna le desmonté la parte baja de la armadura. enfureció y tomo ventaja, su velocidad de ataque era impensable, se notaba que estaba entrenado, a diferencia de mi.

Su reluciente espada contradecía sus sucia armadura por el polvo de la batalla, un proyectil pasó silbando por encima nuestra, el miró hacia arriba y le di una estocada en el brazo, me dejé llevar por la ira y de un solo movimiento desarmé a mi oponente.

 

Teniendo en cuenta que el mismo que hace un momento estaba a punto de matarme, ahora estaba de rodillas, sangrando por una pierna. Muchísimos pensamientos se me pasaron por la cabeza, pero mi compasión hizo que lo dejase marchar. Solté mi arma, lo levanté de la mano y le dije que se marchase. Estábamos solos en esto, Me giré y acto seguido sentí algo rozar mi cabeza, era su espada, me giré sacudí un fuerte puñetazo en su brazo dolorido, solo la espada en el aire, y lleno de ira lo corté por la mitad.

Cuando vi el cadáver partido en 2 caí al suelo de rodillas; temblaba y lloraba como nunca.

 

  • Valiente – Escuché – Estamos contigo.

 

 

 

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