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Morón

Palabras de Jacques Issorel el 28 de febrero, hijo adoptivo de Morón

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En el acto de entrega del nombramiento de hijo adoptivo de Morón

En el acto de entrega del nombramiento de hijo adoptivo de Morón

 

Agradezco de todo corazón al Ayuntamiento de Morón de la Frontera el concederme hoy, Día de Andalucía, el título de “Hijo Adoptivo”. Significa para mí una gran emoción y una profunda alegría. Conocí Morón de la Frontera el mismo año en que empecé a trabajar sobre la obra de Fernando Villalón: 1977. Aquel año, mi esposa y yo conocimos a la que fue compañera del poeta desde 1917 hasta su muerte en Madrid en 1930: Concepción Ramos Ruiz, Conchita. Vivía en Sevilla, en la calle Deán López Cepero, tenía 87 años y nos habló emocionada y con cariño de Fernando.

 

La poesía de Fernando Villalón me sedujo desde el momento en que la descubrí: una poesía en la que vibraba el alma de una tierra, una poesía a la vez sencilla y profunda, que se entrega a la primera lectura y, conforme se va leyendo y estudiando, no cesa de revelar nuevas fragancias, nuevas perspectivas.

 

Con razón han escrito Jacobo Cortines y Alberto González Troyano que «La poesía, la creación literaria de Fernando Villalón quedó algo eclipsada tras la sugestiva peculiaridad de muchos de sus rasgos biográficos». Según los testimonios de cuantos lo trataron, Fernando fue un personaje extraordinario, a quien nimbó de misterio su afición al ocultismo y a la teosofía. Le gustaba hablar de toros de ojos verdes, de nereidas, de artes de magia, pero no siempre supieron sus amigos discernir en sus conversaciones lo serio de lo jocoso, olvidando que también era amigo de bromas y patrañas.

 

Así se fue formando, ya en vida del poeta, un rico florilegio de anécdotas y dichos suyos, a cuál más divertido. Al morir prematuramente, sin que le diera tiempo a afirmar su presencia en el mundo literario, el Villalón personaje pintoresco prevaleció sobre el Villalón poeta. La leyenda hizo olvidar a la obra, el mito relegó al poeta a segundo plano.

 

Por eso, fue tan importante que críticos como Jacobo Cortines y Alberto González Troyano, y antes de ellos, en 1944, José María de Cossío, insistiesen en el alto valor literario de la obra de Villalón. Con ellos tres y con otros que citaré a continuación, quisiera compartir el honor que me hace hoy la ciudad de Morón de la Frontera.

 

¿Cómo no acordarme de Manuel Halcón, autor de Recuerdos de Fernando Villalón, del escritor sevillano Manuel Barrios y especialmente de Fernando Ortiz, que encontró el mejor adjetivo para calificar la poesía de Villalón cuando dijo que era «memorable», es decir, que queda placentera y definitivamente grabada en la memoria y sensibilidad del que la lee y saborea?

 

En Morón no faltaron las plumas y los talentos para dar brillo a la poesía de Villalón. Recordaré a Juan José García López, autor de muchos artículos sobre el poeta, Jesús Ignacio Mateo Candil, que publicó en 2008 Versos de Villalón. Invitación a la lectura de un escritor del 27, especialmente dedicado a los jóvenes lectores, Dolores Zamudio Sierra, autora de una antología del poeta, y Pedro Luis Vázquez García, ex alcalde de Morón, autor de la obra teatral Poetauro. Vida y muerte de un poeta, que se estrenó el 4 de junio de 1999 en la Casa de la Cultura con Rosa Inés Morales en el papel de Conchita y Salvador Atienza en el de Fernando, con una magnífica puesta en escena de Alfredo Mantovani. Tampoco olvidaré a Juan Segura, que ha dedicado muchas páginas de La Voz de Morón a la poesía de Fernando Villalón, y Juan Diego Mata Marchena, director de la Biblioteca Municipal Pública y de la revista –que espero ver renacer un día−, Página en Blanco, de la que cuatro números fueron enteramente consagrados a Fernando Villalón.

 

Añadiré dos críticos extranjeros: el suizo de expresión alemana, Christian Moser, que publicó en 2014 un estudio de la obra de Villalón y la traducción a la lengua de Goethe de Andalucía la Baja, y mi compatriota Claudie Terrasson, autora de sutiles comentarios de la poesía de Villalón.

 

También me es grato citar los nombres de Ignacio Sánchez Ibargüen, sobrino de Fernando Villalón y Paco Guardado, ambos siempre tan acogedores, y los responsables de la Fundación Fernando Villalón, Antonio García y Antonio Rodríguez Cala.

 

Hijo de Morón fue también Manolo Valiente, republicano exiliado en Francia en febrero de 1939, cuyos inéditos Un «rojillo» en el sur de Francia y Arena y viento. Segundo libro tuve la suerte de encontrar en el archivo de su sobrina Rosa Pérez Cala, también oriunda de Morón de la Frontera y ahora residente en Banyuls-sur-Mer. Los publiqué en edición bilingüe en 2009. Manolo Valiente fue un artista, escultor y pintor. Vivió y trabajó en Morón y Sevilla hasta los 24 años. Cruzó la frontera herido y permaneció 41 meses en hospitales y campos de concentración del Rosellón y allí se reveló poeta, antes de ser liberado. Fue cofundador de la Fundación Antonio Machado de Collioure y sirvió admirablemente la memoria de Antonio Machado

 

A todas las personas citadas va mi sincera gratitud.

 

Por fin, sería muy injusto si no diera las gracias a mi esposa, María del Carmen, por su ayuda, sus consejos y su paciencia. Y en este acto un especial recuerdo va a nuestros tres hijos: Emma, Bruno e Irene.

 

Gracias a todos vosotros aquí presentes, y ¡viva Morón de la Frontera!

 

Morón de la Frontera, 28 / 02 / 2018

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