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Morón

¿Qué es una clausula suelo de un préstamo hipotecario? ¿Abrimos los ojos?

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Esta es la pregunta. Si. ¿Qué es una cláusula suelo? Muchas personas podrán responder a esta pregunta. Sin lugar a dudas. A día de hoy casi es una evidencia…

Esta es la pregunta. Si. ¿Qué es una cláusula suelo? Muchas personas podrán responder a esta pregunta. Sin lugar a dudas. A día de hoy casi es una evidencia explicar en qué consiste esta cláusula. Quien más, quien menos, habrá tenido alguna conversación con algún amigo, conocido o, incluso, persona experta en la materia, y, seguramente, se hará una idea precisa de cuáles son los elementos que la constituyen.

Gracias a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Morón de la Frontera el pasado día 20 de abril tuve la ocasión de dar una opinión jurídica y retrospectiva que aportara algo a todas las opiniones que circulan al respecto de concretar a que nos referimos cuando nos enfrentamos al reto de conocer si en nuestra escritura de préstamo se incluye una cláusula suelo o no.

Del principio del que tenemos que partir es que para reconocer la existencia de una cláusula suelo nos tenemos que, indudablemente, referir a que la misma tiene que encontrarse incluida en un préstamo hipotecario que firmamos en su día con un banco o caja de ahorros. Por ello, al examinar la escritura de préstamo habremos de observar si en ella se incluye una frase similar a “el tipo de interés aplicable a la operación no será inferior al 4%”, por ejemplo. Esta frase, en casi la totalidad de los supuestos, se incluirá en la cláusula TERCERA BIS de la escritura firmada, y, se encontrará acompañada de una continuación de la misma en la que se vendrá a expresar algo similar a que “el tipo de interés aplicable no podrá ser superior al 14%”.

Lo expuesto es el resumen o la cuestión básica de aquello en lo que consiste la cláusula suelo. De este modo reconoceremos, por tanto, si se ha incluido una cláusula suelo en nuestra escritura. No obstante, esta cláusula suelo es sibilina y se esconde. Es el fiel reflejo de aquellos que nos la impusieron. Es perversa y, por ello, es capaz de desaparecer de la escritura para que encontrárnosla en un anexo de la misma, por lo que habremos de estar atentos a los posibles movimientos que lleva para infiltrarse, como un virus, entre nosotros.

Hasta ahora lo que vengo a decir refleja los elementos sustanciales, muy esenciales, del cómo se puede reconocer esta desgraciada en aquellas escrituras en las que nos la han colocado. Sin embargo, estos elementos básicos en los que se refleja esta rémora no obedecen a un error. Tampoco obedecen al fruto de una negociación. Su intención tampoco fue que, con su inclusión, pretendieran los que la impusieron, darnos un respiro en nuestras necesidades domésticas. Ni mucho menos. Y, por último, nunca se debió a un impulso o a una necesidad por parte de los bancos que  nos la situaron sin nuestro consentimiento. No, para nada.

Obedeció al ansia, a la voracidad, a la avaricia, a la tropelía organizada y desbocada. Obedeció a una ideología depravada que no es sino la del neoliberalismo, del capitalismo salvaje.

Me explico. Cuando a finales de los años 70 comienza el fin de la guerra fría y comienza a concluir la reconstrucción de la Europa destruida por la II Guerra Mundial, el estado del bienestar surgido tras la República de Weimar, comienza a ser un estorbo para Ronald Reagan, Margaret Thatcher y compañía. Coinciden en el punto de intersección de considerar que lo mejor es que el estado proteja lo menos posible a los ciudadanos y que se lleven a cabo “reformas” en ese sentido.

En España, y, en el conjunto de Europa, esta ansía devoradora por finalizar con la protección social, comienza a establecerse a partir de los años 80, tomando auge en los 90, con legislaciones como las instrumentadas bajo el gobierno de Felipe González Márquez, relativas, por ejemplo, a los modos y maneras de ejecutar la titulización de los activos financieros, de 1992, generándose, muchas de ellas, con la ficticia intención, como se puede comprobar en la actualidad, de cumplimentar objetivos de confluencia en el proceso de ingreso en el sistema monetario europeo, culminando todo ello, en la profundización en estos instrumentos, en la primera década del Siglo XXI. No olvidemos, con todo lo precedente, que el proceso de reunificación de Alemania supondría un alto costo que, a la postre, todos los estados del entorno euro estamos pagando con creces, siendo su beneficiaria de todo ello la Sra. Merkel.

Allá por los primeros años de la década del Siglo XXI se instala el euro entre nosotros, y, nada más instalarse, sobre febrero de 2001, siete meses después, de comenzar a andar, se produce un hecho letal para nuestras economías: el atentado del 11 de septiembre.

Estos datos trasladados al reflejo de la cláusula suelo en nuestras vidas reflejan el siguiente resultado. El Euribor, el tipo de interés variable que reflejaría las alternancias del mercado, surge al amparo de una moneda única fuerte, el euro. En el momento en que comienza a aplicarse el tipo del Euribor, en el año 1999, la fortaleza de los mercados, inflados por políticas económicas cada vez más neoliberales, refleja un tipo de interés que en agosto de 2000 alcanza la elevada cota del 5,248%.

El atentado del 11 de septiembre sobre las Torres Gemelas de Nueva York supone un gravísimo trauma para los inversores que, lógicamente, comienzan a desconfiar de forma extrema, en la fortaleza del sistema.  El ataque se produjo de forma directa sobre el corazón del sistema capitalista. En consecuencia, las inversiones ante la desconfianza generada, decrecieron. Los Bancos Centrales, sobre todo la Reserva Federal de los Estados Unidos comenzaron a introducir ingentes cantidades de dinero en los mercados mediante la reducción de los tipos de interés aplicables. Ello conllevó que ante el enfriamiento de la economía y el escaso resultado de aquellas políticas económicas se intentará invertir el curso de unos acontecimientos que derivarían en el infame trío de las Azores y la invasión de Irak en el año 2003. En ese momento, en la primera década del siglo XXI alcanza el Euribor su mínima cota, en junio de 2003, el 2,014%. Ante estas circunstancias, el cuarteto de las Azores, con la inclusión en esa fotografía de dos personajes que han tenido una influencia notable en Europa y en España, como José Manuel Durao Barroso, Presidente de la Comisión Europea desde el 23 de noviembre de 2004 hasta el 31 de octubre de 2014, y como José María Aznar López, quien fuera Presidente del Gobierno de España entre 1996 y 2004, desempeñaron una labor que, a la postre, ha resultado ser la de los manejos de una Europa del euro mostrándose complaciente con la economía norteamericana y deteriorando el bienestar del conjunto de Europa, hasta el momento actual en el que nos encontramos, en el que no paran de llevar a cabo continuos recortes en los derechos sociales adquiridos de los ciudadanos europeos al amparo del acendrado neoliberalismo que se reflejaba en el retrato isleño conformado con un tercer interviniente, George W. Bush.

A los hechos históricos expuestos, los bancos ante la situación planteada de descenso de los tipos de interés por el intento de activar la economía a partir de entonces, respondieron concediendo una financiación que, en principio, tenía como referencia el Euribor, pero incluyendo una cláusula que ampliaba el cobro de  intereses mediante la imposición de la cláusula suelo. Las entidades financieras, aun conociendo cual sería la evolución del Euribor, procedieron a conceder estos préstamos, a inundar el mercado de ellos. Los concedieron y posteriormente dijeron que quisimos vivir por encima de nuestras posibilidades. Inflaron la burbuja dándole liquidez ficticia hasta a aquellas personas que sabían que les sería imposible devolver lo prestado. Inundaron el país de una ficticia solvencia. Dejaron que se construyeran cientos de miles de viviendas. Realizaron transacciones en las que los precios no se correspondieron a la realidad del mercado. Después, pincharon la burbuja, y, ésta, nos explotó en la cara.

Y desde junio 2008, -fechas antes de reconocer José Luis Rodríguez Zapatero que estábamos en crisis-, en el que el Euribor alcanzó su máximo histórico, 5,393%, el tipo de interés no paró de descender, hasta llegar, en la actualidad, en abril de 2016, a tener un referencial negativo. Sin embargo, al tener estos préstamos la denominada cláusula suelo, las entidades financieras, bancos y cajas de ahorro, se aseguraron el cobro de una cantidad de interés que no respondió a la realidad del mercado y en lugar de cobrar el 1,215% de interés, Euribor de marzo de 2010, se dedicaron a esquilmar a los ciudadanos, a dejar a la gente en la calle, a desahuciarlos, a observar como las personas, que no comprendían lo que sucedía, se suicidaban. Y, todo el mundo miraba para otro lado, salvo algunos como la PAH. Porque, la mayoría se avergonzaba de no poder pagar los débitos contraídos.

Conociendo lo que sucedería, los bancos, se atrincheraron. Con la ayuda de los poderes públicos, al rescate, tras los excesos del pasado, las inmensas fortunas creadas con el negocio financiero, todavía no se han visto arrinconadas, y, hasta se les ha concedido tiempo para librar sus fondos con destino a Suiza, Panamá, Gibraltar o la Isla de Jersey, porque la justicia viene limitando sus efectos, abriendo un ojo, que no es de los que tiene en la cara y, ni investiga, ni permite que los ciudadanos sean legítimamente resarcidos del robo, como ocurre con los efectos de la sentencia de nuestro Tribunal Supremo de 13 de mayo de 2013 en la que se justifica que el vicio  de las entidades financieras no es tal, sino que depende del cliente, del grado de conocimiento de este y de la subjetividad de Sus Señorías al imponer unos controles de transparencia y de inclusión relativizantes de lo que debe ser justo.

Y, entonces, entre los años 2009 a 2011, los bancos comenzaron a vender a otros los préstamos que tenían titulizados o los titulizaron en ese período, iniciándose, con ello, la segunda parte de esta gran estafa a la que nos han llevado, pero, esa es otra historia que les contaré si ustedes tienen interés en conocerla.

José Manuel Carrión Durán es el abogado autor de este escrito.

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