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La guerra imperialista en ciernes

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Estamos viviendo desde hace tiempo algo que he comentado en algún artículo anterior, una campaña mediática y radical contra Rusia y todo lo que representa…

 

Estamos viviendo desde hace tiempo algo que he comentado en algún artículo anterior, una campaña mediática y radical contra Rusia y todo lo que representa, desde su presidente Putin hasta la más inocua de sus costumbres. Lo que viene de Rusia, haga, diga o especule, es malo por excelencia. Rusia es el enemigo de Occidente, el bárbaro oriental al estilo de Atila o Genghis Khan que intenta adueñarse de la civilización en la que vivimos.

 

Campaña mediática que se está viendo acelerada en los últimos meses con la clarísima intención de preparar a las sociedades de los países occidentales y de Estados Unidos (de este menos porque su espíritu belicista se ha implantado en los genes de sus ciudadanos) para un más que posible conflicto con Rusia.

Ucrania es la excusa perfecta, el Danzig occidental o el Maine o Pearl Harbour estadounidense. Ucrania, un país que sufrió un golpe de Estado fascista alentado por las democracias occidentales y que desde entonces inició una escalada radical contra las minorías rusas del país, entre ellas las que habitan en el Donbás y Crimea, perseguidas por las nuevas autoridades de Kiev.

 

Pero Occidente y sus medios se niegan a ver las evidencias. Apoyan sin fisuras a su Estado títere occidental. El único éxito de sus intentos por desequilibrar los antiguos países que formaron la URSS. Por fortuna no ha sido así en Kazajistán, otro intento frustrado de Estados Unidos y sus vasallos por seguir cercando a Rusia.

 

Lamentablemente, la izquierda también se empieza a hacer eco de esta paranoia antirrusa. Lamentable, porque sigue el discurso imperialista occidental. Cierto es que Putin no es el líder de un país socialista y sus ideas se aproximan más a las de Biden o Trump que a las de cualquier dirigente de la antigua URSS. Pero esto no es óbice para ver, en buen marxista, que se está produciendo un movimiento por el dominio mundial por parte de Estados Unidos que pretende embarcar a Europa en un conflicto que se asemeja, en muy mucho, al de la Primera Guerra Mundial. Recordemos que no fue más que un enfrentamiento entre intereses encontrados de potencias imperialistas y colonialistas, como eran Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Japón o la Rusia zarista.

Entonces los marxistas alemanes y rusos, sobre todo, se opusieron a la entrada de sus países en un conflicto capitalista y muchos pagaron con la cárcel ese enfrentamiento con sus gobiernos. Ahora no existe esa combatividad. Más aún, la izquierda se deja llevar en volandas de unos medios de comunicación y unos partidos políticos timoratos, atados por sus compromisos con la OTAN y los intereses de la UE, incapaces de elaborar un discurso internacionalista y antibelicista.

LO QUE PODRÍA PASAR

 

Ya se han puesto las primeras piedras para iniciar la guerra que, casi con total seguridad, seguirá este patrón: se producirán uno o varios brotes violentos en el Donbás, ataques con gases o atentados graves contra las tropas ucranianas o los rusos que lo habitan. Rusia protestará, Ucrania acusará a su vecino del Este y los occidentales apoyarán sin fisuras los argumentos de Kiev para que Ucrania inicie una operación a gran escala contra las repúblicas insurrectas. Ante este hecho, Putin, representante de una Rusia que siempre ha sido valedora de los pueblos eslavos (a muchos de los cuales liberó en el siglo XIX del yugo otomano), intervendrá para defender a los de su etnia y cultura. El conflicto devendrá en fuertes enfrentamientos a lo largo de toda la frontera ucraniano-rusa y terminará con un avance de las tropas rusas que ocuparán la zona actualmente en conflicto. Se producirá entonces una pausa, una llamada a la paz que supondrá finalmente un acuerdo para fijar una frontera similar a la que separa a las dos Coreas, con dos zonas fuertemente militarizadas a ambos lados de la línea de demarcación. Tal inestabilidad en Europa Oriental beneficiará, por supuesto, a las grandes multinacionales del armamento (estadounidenses), y contribuirá a aislar aún más a Rusia del resto de Europa. Todo esto es una hipótesis pero, dado que los medios de comunicación occidentales y sus políticos no hacen más que desvariar sobre supuestas invasiones rusas desde hace meses, y que estas no se producen, al común de los mortales también no es dado especular sobre el futuro en ciernes.

Si callamos seremos cómplices de la un conflicto bélico en el este de Europa que tendrá un claro vencedor militar, Rusia, unos derrotados económica y moralmente, los países de la UE, y un vencedor económico inapelable, Estados Unidos.

Por eso, y desde ya, desde la izquierda antiimperialista hay que gritar de nuevo, como ya hicimos cuando la guerra de Irak, NO A LA GUERRA.

 

 

 

 

 

 

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